No parece que el proyecto de Sumar vaya por derroteros distintos de los que ha seguido Podemos y he descrito en mi artículo de la semana pasada. No añade nada nuevo. Son las mismas confluencias que en principio se aglutinaban junto a esta última formación política; quizá con un agravante, que las segundas partes nunca fueron buenas. Sin duda, Sumar no iba a ser una excepción. Los años pasados han creado múltiples susceptibilidades, antipatías, traiciones, vicios etc., la camaradería y la ilusión iniciales se han transformado en desconfianza y resentimiento. Da la sensación de que el nuevo partido (instrumental, tal como lo califican) se ha hecho viejo antes de nacer.

Su origen se circunscribe a una sola persona que, designada por el anterior líder -primero para ser ministra y más tarde, vicepresidenta del gobierno y cabeza de la lista de Podemos en las próximas elecciones generales-, decidió hacer la guerra por su cuenta, aprovechar la plataforma mediática que se le brindaba y construir un proyecto totalmente autocrático.

Su avidez por el poder parece que supera con mucho a la de los líderes anteriores, ya que, según ha dicho, no se conforma con el espacio situado a la izquierda del PSOE; se propone unir a toda la sociedad y llegar, no ya al gobierno, sino a la presidencia del Ejecutivo. “No quiero estar a la izquierda del PSOE, le regalo al PSOE esa esquinita. Eso es algo muy pequeño y muy marginal. Creo que las políticas que despliego son muy transversales”. Su arrogancia aparece de forma fehaciente en el eslogan que escogió para su lanzamiento: “Empieza todo”. ¿Todo?, ¿España?, ¿la humanidad?, ¿nuestra galaxia?, ¿o el universo entero? También afirmó que “esto no va de partidos políticos”. Y en realidad es de lo único que va, pues ella carece de militancia. Partidos pequeños y en gran medida circunscritos a una Comunidad.

Persiguiendo el mismo objetivo que ha tenido Podemos -tocar poder cuanto antes-, Sumar tiene lógicamente que incurrir en los mismos o mayores errores. Su coqueteo con el nacionalismo va a seguir estando muy presente no solo por el discurso de quien es ahora su única cabeza visible, sino también por las características de quienes se han adherido en primer lugar: Colau, Más Madrid, Oltra, etcétera. Por cierto, ¿dónde está Oltra que se sentaba en Valencia, al comienzo de la aventura, tan cerca de Yolanda Díaz? Además, Sumar se va a encontrar con el mismo problema de Podemos: aglutinar una serie de facciones que antes o después emprenderán una dinámica centrifuga.

En cuanto a la entrega al sanchismo, hoy por hoy, la de Yolanda Díaz es más pronunciada que la del resto de los dirigentes de Podemos. En los casos de conflicto entre los dos sectores del Gobierno ella siempre se ha quedado en medio sin apoyar al partido que la había aupado al cargo de ministra. Fue Sánchez quien la consagró en el debate de la moción de censura. Por mucho que ahora durante la campaña parezca que están enfrentados, si el sanchismo permanece en el gobierno, volverán a emparejarse y Sumar asumirá el papel de muleta de Sanchez, y quizá con mucha más disciplina y servilismo que Podemos. No en vano se ha dicho que es la segunda marca del PSOE.

Tampoco en materia de programa, Sumar va mucho más allá de lo que ha ido Podemos. La unidad de los distintos integrantes no se ha logrado a través de la coincidencia en las ideas o en el discurso, se ha fraguado alrededor de una persona, Yolanda Díaz, que tampoco se caracteriza por tener unos planteamientos claros, sino más bien por no mojarse y mostrar una postura ambigua ante todos los problemas. Su seña de identidad, por el contrario, es carecer de la más mínima idea de economía, con lo que puede hacer las afirmaciones más peregrinas.

La líder de Sumar ha circunscrito el discurso a jactarse de la tarea realizada como ministra de Trabajo, adoptando un tono triunfalista, todo es histórico, descomunal, colosal, los datos son los mejores de toda la serie. Aunque fuese así, se le podría contestar que usando sin límite la chequera del dinero público no parece que tenga demasiado mérito. Pero es que, además, es un discurso mendaz en el que la mayoría de las cosas no son como son sino como se representan. Se ha llegado a no conocer realmente el nivel de parados al no contabilizar como tales, entre otros, los ERTE y los fijos discontinuos. La reforma laboral deja mucho que desear, y la aplicación de los expedientes de regulación temporal de empleo, dada la dimensión gigantesca del número en el que se usaron, está lejos de ser el éxito ingente que nos quieren hacer creer, ya que no se contemplan los múltiples resultados negativos que han tenido. No contamos ni con el tiempo ni la extensión para argumentar estas últimas afirmaciones, pero el que lo desee puede consultar mis artículos publicados en este periódico: el del 18 de noviembre de 2021 titulado “El paro, los ERTE y la reforma laboral“ y el de 6 de enero de 2022, ”La reforma laboral y el despido”.

Por mucho que se use el botafumeiro y se presente con clarines y timbales, el proyecto de Yolanda Díaz se reduce a repetir la historia de Podemos solo que con mucha menos frescura y con mayores cicatrices. Los componentes que se van a englobar en Sumar son los mismos que en los inicios se colocaron con Podemos. No hay nada nuevo, salvo el cambio de líderes y de sillones. Por copiar, hasta parece que se imita el formato de la papeleta que usó Pablo Iglesias en la que, al más puro estilo teocrático, va a figurar la cara del líder supremo. La actual ministra de Trabajo afirma con frecuencia que no quiere egos a su alrededor porque para egos, y esto lo digo yo, ya está ella. Solo Sánchez la aventaja en ir diciendo por donde pasa “mecachis, qué guapo (o que guapa) soy”.

El aislamiento al que ha sometido a Irene Montero no tiene demasiada explicación, al menos no la que se pretende dar oficialmente. La ley del “sí es sí” fue aprobada por todo el Gobierno con Pedro Sánchez a la cabeza y por una mayoría de parlamentarios, entre ellos todos los de Compromís, los de Colau y el niño de Más País. Es más, la misma Yolanda Díaz votó en contra de la ley que intentaba corregir el desaguisado. A Irene Montero se le podrá reprochar su empecinamiento, pero no la responsabilidad en exclusiva de haber aprobado la norma. Una ley no la sanciona un ministro. El mismo Sánchez afirmó que era una ley pionera y que la copiarían otros muchos países.

En las negociaciones, el perdedor ha sido Podemos. Todos se pusieron en su contra. Se entiende el objetivo de Compromís, de los Comunes y de Más Madrid. Cada uno de ellos pretende monopolizar su huerto autonómico, sin permitir ninguna competencia, en concreto la de Podemos. Ello debería hacer meditar a Yolanda Díaz porque cuando las barbas de tu vecino veas pelar echa las tuyas a remojar. Muy posiblemente ese sea el destino que le puede esperar a Sumar. Se comprende menos la postura de IU, que desde 2016 ha ido siempre de la mano de Podemos. Aunque, estando por medio Garzón, cualquier cosa…

No sé si se entiende o no la postura de la actual vicepresidenta segunda, lo cierto es que es difícil compartirla y que tal vez sea acreedora a los calificativos más duros. Gracias a Podemos, salió del anonimato, fue esta formación política la que la nombró ministra, más tarde vicepresidenta segunda y la que la designó como cabeza visible de esta organización para las próximas elecciones generales. Aprovechando todo este bagaje, monta su chiringuito y lo primero que pretende es acelerar la defunción del partido al que debe todo su patrimonio político. No es precisamente para que inspire en el futuro mucha confianza. Quizá sea que la actual ministra de Trabajo es lo más parecido posible al presidente del Gobierno.

Si, tal como afirmaba en el artículo de la semana pasada, Podemos ha sido víctima de la hibris griega, del pecado de desmesura, el engreimiento y la arrogancia han estado presentes en Sumar desde el origen, desde antes de nacer, lo que va a lastrar su trayectoria y nos lleva a pensar que muy posiblemente su futuro sea bastante menos halagüeño de lo que han sido estos años pasados para Podemos.

En las elecciones de 2015 el conglomerado de Podemos consiguió 69 diputados: En Comú Podem, 12 diputados; Podemos-Compromís, 9; Podemos en Marea-Nova, 6, y Podemos, simple y sin adherencias 42; en total, 69 diputados.

En las de 2016 la coalición de Podemos sacó 71 diputados, de los que Podemos-Compromís obtuvo 9; En comú podem, 12; En Podems Marea Nova, 5, y Unidos Podemos (Podemos-IU-Equo Clías), 45; en total, 71. ¿Yolanda Díaz sacará resultados parecidos? Lo dudo.

republica.com 22-6-2023