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ARTICULOS DEL 17/3/2023 AL 9/1/2024 CONTRAPUNTO

¿QUÉ SERÍA DE SÁNCHEZ SIN VOX?

PARTIDOS POLÍTICOS, PSOE Posted on Lun, agosto 14, 2023 09:42:13

Si no existiese Vox, Sánchez debería haberlo inventado, del mismo modo que ha forjado Sumar. Gracias a Vox es presidente del Gobierno y parece que gracias a Vox, y a pesar de su última declaración, va a continuar siéndolo. Todo extremismo es malo; todo fanatismo, nefasto. El maximalismo, sea del signo que sea, suele conducir a resultados contrarios a los que se buscan. El origen de Vox se encuentra en el PP, en la parte más montaraz del Partido Popular que, frente al sectarismo de Zapatero, querían la revancha. Consideraban que la política de Rajoy, basada en buena medida en la moderación y el centrismo, no saciaba sus ansias de desquite.

El semillero se encuentra también en unos periodistas o unos medios de comunicación que, acostumbrados a mandar y a mangonear en el PP con Aznar, ante la postura más digna e independiente de Rajoy se confabularon para criticarle y llamarle Maricomplejines. El caldo de cultivo en el que nació Vox se halla igualmente en el propio Aznar, que no supo mantenerse en su sitio e interfirió más de lo debido en el partido tras dejar de ser su presidente. Sirvió siempre de contrapunto a la política de Rajoy, y se esforzó por hacer notar que en buena medida era su dedo el que le había designado como presidente del partido y que, como consecuencia de ello, le correspondía el papel de reina madre.

En el sector más reaccionario del PP ha pervivido la nostalgia de la etapa de Aznar, lo que no deja de ser curioso porque, en mi opinión, en ese periodo se conformaron gobiernos bastante nefastos, aun cuando se juzguen desde una óptica conservadora. Las cesiones de Aznar a los nacionalistas en la primera legislatura -principalmente a CiU en el pacto del Majestic-, tras hablar catalán en la intimidad, fueron de lo más humillantes y dañinos para el Estado. Baste citar las transferencias realizadas a las comunidades en materia fiscal con autonomía normativa incluida. Se introdujeron en los territorios españoles los mismos defectos de dumping fiscal que la Unión Europea había creado entre los países miembros.

Aznar nos incorporó a la Unión Monetaria con las graves taras y desequilibrios que ha comportado y continúa comportando para la economía española. No hay, ciertamente, espacio para extenderse en este punto. Digamos tan solo que todos aquellos que se han esforzado en exaltar los muchos beneficios que para España ha tenido la pertenencia a la moneda única deberían echar un vistazo a la marcha de la economía polaca, que ha permanecido fuera del euro y no parece existir entre sus ciudadanos y mandatarios demasiado interés por entrar.

Las apariencias a menudo son distintas de la realidad. Esto se cumple casi siempre en el ámbito social y político en el que el poder del relato de los medios de comunicación es tan importante, y no digamos en el área económica en la que los resultados quizá solo se vean muchos años después. El memorable eslogan de que “España va bien” ocultaba en su fondo un agujero negro: la enorme tara de que el crecimiento de todos estos años era a crédito, es decir, con préstamos del exterior.

Aznar en 1996 heredó una economía bastante saneada. Las cuatro devaluaciones de los últimos años (tres Solchaga y una Solbes) habían corregido los desequilibrios creados por nuestra pertenencia al Sistema Monetario Europeo. La progresiva generación de un elevado diferencial de inflación con respecto a otros países, principalmente con Alemania, generaron de nuevo esos desequilibrios: déficits en nuestra balanza por cuenta corriente, con el consiguiente endeudamiento en el exterior. La diferencia era que a partir del año 2000 ya no era posible la devaluación, el euro lo impedía.

Esta misma política desafortunada fue seguida por Zapatero, que también se jactaba de que nuestra renta per cápita había superado a la italiana, sin considerar que el edificio estaba basado en un equilibrio totalmente inestable y que se derrumbaría, como así ocurrió en 2007 con la llegada de la crisis. Se habla de esta crisis como si fuera única, aunque tal vez lo único común en todos los países fuera el detonante, que provocó el miedo en los mercados.  Sin embargo cada país tenía sus propios desequilibrios. En Grecia, el déficit y el endeudamiento público; en nuestro país, el déficit y el endeudamiento exterior de carácter privado.

Si he hecho este inciso tan largo es porque me parecía importante dejar clara la herencia envenenada que recibió Rajoy. No digo que no cometiese errores. En mis artículos semanales, durante sus seis años en el poder critiqué frecuentemente las medidas que el gobierno tomaba, pero eso no obsta para reconocer la difícil encrucijada que heredó tanto en el ámbito económico como en el territorial, y que si Zapatero hubiese seguido gobernando el resultado habría sido bastante más adverso; y lo que incluso es más relevante, que el Ejecutivo que le ha sucedido ha sido peor. En este último caso no podemos hablar de un gobierno de progreso sino de un gobierno de, incompetentes, prepotentes e independentistas, que dejarán hipotecada la economía española para mucho tiempo. La valoración no se puede hacer en términos de izquierdas o derechas -cuya diferenciación dentro de la Unión Europea es bastante reducida-, sino de legalidad, democracia e idoneidad.

Mal negocio se hicieron a sí mismos los que desde el partido popular se dedicaron a desgastar a Rajoy. El primer efecto negativo para ellos fue la constitución de un nuevo partido a la derecha del PP (precisamente en el que ahora militan la mayoría de los críticos), que dividió el voto conservador. Ciertamente las figuras más significativas de la contestación no dieron el salto a la hora de la verdad, pero sus actuaciones y manifestaciones incentivaron a que otros lo diesen. La aparición de una nueva formación política, Vox, sirvió también como plataforma para atraer a personas y asociaciones en posiciones más bien extremistas y que hasta entonces habían estado fuera de la política oficial.

El simple surgimiento de este nuevo partido origina, de acuerdo con la ley electoral, que el mismo número de votos se traduzca en un número menor de escaños. Ya en 2019, la suma de votos conseguidos por el PP, Ciudadanos y Vox fue de 10.354.337, más o menos igual que los que obtuvo Aznar en el año 2000, que le valieron la mayoría absoluta, y unos pocos menos que Rajoy en 2011 (10.867.344), con los que también consiguió mayoría absoluta y el gobierno. Pero, sin duda, la conclusión aparece de forma más clara en las elecciones celebradas recientemente el 23 de julio, en las que Ciudadanos no se presentó y la suma de votos logrados por PP y Vox alcanzó la cifra de 11.135. 584, superior a la obtenida por Aznar y Rajoy en el año 2000 y 2011, respectivamente.

Paradójicamente, la mera existencia de Vox va a permitir, por tanto, que continúe gobernando el PSOE. Si detrás de la constitución de Vox se encuentra la reacción de algunos frente a lo que ellos creían que era una postura permisiva de Rajoy con los separatistas, y más concretamente con el golpismo catalán, (la derechita cobarde) el resultado obtenido con el nuevo partido es precisamente el contrario, han hecho posible un gobierno Frankenstein, que se ha sostenido a base de chalaneos y concesiones soberanistas.

Pero la utilización que Sánchez ha hecho y quiere seguir haciendo de Vox va mucho más allá. Ha pretendido -y en parte lo ha logrado- que muchos ciudadanos vean a este partido como un monstruo que va a quitarles todos sus derechos civiles, políticos y económicos. Lo ha anatematizado e intenta que cualquier pacto que el PP pueda hacer con él aparezca como un atentado contra la democracia. No deja de tener gracia que esta consideración salga de aquellos que han negociado con golpistas condenados, herederos de terroristas y piensan hacerlo ahora con prófugos de la justicia y, lo que es peor, a los que han hecho todo tipo de concesiones. En los momentos actuales, mientras critican duramente los pactos del PP con Vox, el PSC está negociando y llegando a pactos con Esquerra y con los hombres de Puigdemont en todos los ayuntamientos catalanes, y Chivite llegará a presidenta de la Comunidad de Navarra mediante el acuerdo con Bildu.

Por muy mala opinión que se tenga de Vox, nadie puede decir de ellos que han dado un golpe de Estado o que defienden la violencia política, o que proponen de forma ilegal un cambio de la Constitución o que sus principales dirigentes están huidos de la justicia. No creo que sean fascistas, como tampoco considero comunistas a los miembros de Podemos por mucho que algunos de ellos se empeñen en calificarse de ese modo. Creo que hoy en día habría que salir con el farol de Diógenes de Sinope para poder encontrar de verdad un fascista o un comunista.

Pero dicho todo esto, lo cierto es que los dirigentes de Vox no han estado hasta el momento muy finos y que se lo han puesto bastante fácil a Sánchez. En mi opinión, uno de los defectos más llamativos de esta formación política se encuentra en la chulería de muchos de sus dirigentes, casi fanfarronería, que a menudo les hace antipáticos y siempre resulta contraproducente en campaña electoral. En estas elecciones ha habido múltiples anécdotas que Sánchez y su brigada mediática han sabido aprovechar adecuadamente.

No resulta demasiado político amenazar en medio de unos comicios con aplicar el artículo 155 a Cataluña. No hay porque dudar de que sea una medida constitucional y como tal perfectamente defendible, pero no parece que en estos momentos haya suficientes motivos ni sobre todo el consenso político preciso para que sea viable. Da la impresión de que se trata más bien de una balandronada que de otra cosa. De cualquier modo, no constituye creo yo una afirmación muy prudente en plena campaña electoral. Es posible que esta intimidación haya colaborado a los buenos resultados que tanto el PSOE como los Comunes han obtenido en Cataluña.

No existe ninguna razón para tildar de homófobos a los concejales de una corporación municipal por el hecho de que consideren inapropiado que la bandera LGTBI (al igual que cualquier otra que no sea oficial) ondee en un edificio público, ni es lógico afirmar que tal planteamiento viola los derechos de los homosexuales. Pero difícilmente puede extrañarnos que el sanchismo haya aprovechado la ocasión en plena campaña electoral. Quizás Vox lo debería haber tenido en cuenta.

Los sanchistas y su brigada mediática se esfuerzan en presentar a Vox como una amenaza contra las mujeres. Estar en contra de las listas cremallera o defender que a igual delito corresponda la misma pena no parece que represente un ataque al género femenino. Son opiniones tan respetables como las contrarias. Incluso hay muchas mujeres que defienden estos postulados. No obstante, lo que sí es cierto es que Vox hace de ello un problema casi metafísico, con lo que ayuda al relato tendencioso de Sánchez. Se pierde en un debate nominalista acerca de si se trata de violencia de género o violencia doméstica, en lugar de reducirlo a una cuestión de derecho penal.

Estos hechos y otros parecidos han dado ocasión a que, exagerándolos, el sanchismo haya elaborado acerca de Vox una leyenda negra. Al margen de que esta formación defienda posiciones más o menos equivocadas, no es desde luego razonable que se la quiera comparar con los defensores del terrorismo, con los golpistas o con los prófugos de la justicia. Sin embargo, Vox no ha hecho nada para combatir esta campaña de desprestigio. Parece más bien indicar que se sienten a gusto con el papel que se les estaba asignando. Han tendido a plantear de forma provocadora los problemas más polémicos. Sus dirigentes a menudo han actuado se diría que satisfechos, como enfants terribles. Da la impresión de que se sentían orgullosos de ello.

Esa estrategia de desacreditar al partido popular a través de la demonización de Vox ha estado presente también, qué duda cabe, a la hora de fijar la fecha de las elecciones generales. El pasado 1 de junio, tan solo dos días después de que fuesen convocadas por Sánchez, escribí un artículo en este diario digital en el que incluía entre las razones por las que creía yo que se había escogido una fecha tan extraña y atípica la de embarrar la campaña electoral haciéndola coincidir con la constitución de los gobiernos de las autonomías y ayuntamientos y, por tanto, con los pactos inevitables del PP con Vox.

Se pensaba que serviría para ahondar en el relato de que el PP está unido ineludiblemente a Vox, al tiempo que se anatematizaba más y más a este último. La cosa podría haber sido muy distinta si se hubiese esperado a diciembre para convocar elecciones, ya que la sociedad española hubiera podido comprobar quizás que no ocurría nada grave por el hecho de que el PP gobernase en algunos sitios mediante acuerdos con Vox.

Lo que no podía suponer yo entonces es que la jugada le saliese tan bien a Sánchez, debido precisamente a la colaboración de Vox, que ha entablado las negociaciones en las comunidades de una manera en extremo montaraz y tozuda. Pero para hablar más extensamente de estos pactos necesitaríamos como mínimo otro artículo. Quizás en el futuro.

republica.com 10-8-2923



SUMAR, UNA COPIA DECADENTE DE PODEMOS

PARTIDOS POLÍTICOS, PODEMOS Posted on Dom, junio 25, 2023 20:57:15

No parece que el proyecto de Sumar vaya por derroteros distintos de los que ha seguido Podemos y he descrito en mi artículo de la semana pasada. No añade nada nuevo. Son las mismas confluencias que en principio se aglutinaban junto a esta última formación política; quizá con un agravante, que las segundas partes nunca fueron buenas. Sin duda, Sumar no iba a ser una excepción. Los años pasados han creado múltiples susceptibilidades, antipatías, traiciones, vicios etc., la camaradería y la ilusión iniciales se han transformado en desconfianza y resentimiento. Da la sensación de que el nuevo partido (instrumental, tal como lo califican) se ha hecho viejo antes de nacer.

Su origen se circunscribe a una sola persona que, designada por el anterior líder -primero para ser ministra y más tarde, vicepresidenta del gobierno y cabeza de la lista de Podemos en las próximas elecciones generales-, decidió hacer la guerra por su cuenta, aprovechar la plataforma mediática que se le brindaba y construir un proyecto totalmente autocrático.

Su avidez por el poder parece que supera con mucho a la de los líderes anteriores, ya que, según ha dicho, no se conforma con el espacio situado a la izquierda del PSOE; se propone unir a toda la sociedad y llegar, no ya al gobierno, sino a la presidencia del Ejecutivo. “No quiero estar a la izquierda del PSOE, le regalo al PSOE esa esquinita. Eso es algo muy pequeño y muy marginal. Creo que las políticas que despliego son muy transversales”. Su arrogancia aparece de forma fehaciente en el eslogan que escogió para su lanzamiento: “Empieza todo”. ¿Todo?, ¿España?, ¿la humanidad?, ¿nuestra galaxia?, ¿o el universo entero? También afirmó que “esto no va de partidos políticos”. Y en realidad es de lo único que va, pues ella carece de militancia. Partidos pequeños y en gran medida circunscritos a una Comunidad.

Persiguiendo el mismo objetivo que ha tenido Podemos -tocar poder cuanto antes-, Sumar tiene lógicamente que incurrir en los mismos o mayores errores. Su coqueteo con el nacionalismo va a seguir estando muy presente no solo por el discurso de quien es ahora su única cabeza visible, sino también por las características de quienes se han adherido en primer lugar: Colau, Más Madrid, Oltra, etcétera. Por cierto, ¿dónde está Oltra que se sentaba en Valencia, al comienzo de la aventura, tan cerca de Yolanda Díaz? Además, Sumar se va a encontrar con el mismo problema de Podemos: aglutinar una serie de facciones que antes o después emprenderán una dinámica centrifuga.

En cuanto a la entrega al sanchismo, hoy por hoy, la de Yolanda Díaz es más pronunciada que la del resto de los dirigentes de Podemos. En los casos de conflicto entre los dos sectores del Gobierno ella siempre se ha quedado en medio sin apoyar al partido que la había aupado al cargo de ministra. Fue Sánchez quien la consagró en el debate de la moción de censura. Por mucho que ahora durante la campaña parezca que están enfrentados, si el sanchismo permanece en el gobierno, volverán a emparejarse y Sumar asumirá el papel de muleta de Sanchez, y quizá con mucha más disciplina y servilismo que Podemos. No en vano se ha dicho que es la segunda marca del PSOE.

Tampoco en materia de programa, Sumar va mucho más allá de lo que ha ido Podemos. La unidad de los distintos integrantes no se ha logrado a través de la coincidencia en las ideas o en el discurso, se ha fraguado alrededor de una persona, Yolanda Díaz, que tampoco se caracteriza por tener unos planteamientos claros, sino más bien por no mojarse y mostrar una postura ambigua ante todos los problemas. Su seña de identidad, por el contrario, es carecer de la más mínima idea de economía, con lo que puede hacer las afirmaciones más peregrinas.

La líder de Sumar ha circunscrito el discurso a jactarse de la tarea realizada como ministra de Trabajo, adoptando un tono triunfalista, todo es histórico, descomunal, colosal, los datos son los mejores de toda la serie. Aunque fuese así, se le podría contestar que usando sin límite la chequera del dinero público no parece que tenga demasiado mérito. Pero es que, además, es un discurso mendaz en el que la mayoría de las cosas no son como son sino como se representan. Se ha llegado a no conocer realmente el nivel de parados al no contabilizar como tales, entre otros, los ERTE y los fijos discontinuos. La reforma laboral deja mucho que desear, y la aplicación de los expedientes de regulación temporal de empleo, dada la dimensión gigantesca del número en el que se usaron, está lejos de ser el éxito ingente que nos quieren hacer creer, ya que no se contemplan los múltiples resultados negativos que han tenido. No contamos ni con el tiempo ni la extensión para argumentar estas últimas afirmaciones, pero el que lo desee puede consultar mis artículos publicados en este periódico: el del 18 de noviembre de 2021 titulado “El paro, los ERTE y la reforma laboral“ y el de 6 de enero de 2022, ”La reforma laboral y el despido”.

Por mucho que se use el botafumeiro y se presente con clarines y timbales, el proyecto de Yolanda Díaz se reduce a repetir la historia de Podemos solo que con mucha menos frescura y con mayores cicatrices. Los componentes que se van a englobar en Sumar son los mismos que en los inicios se colocaron con Podemos. No hay nada nuevo, salvo el cambio de líderes y de sillones. Por copiar, hasta parece que se imita el formato de la papeleta que usó Pablo Iglesias en la que, al más puro estilo teocrático, va a figurar la cara del líder supremo. La actual ministra de Trabajo afirma con frecuencia que no quiere egos a su alrededor porque para egos, y esto lo digo yo, ya está ella. Solo Sánchez la aventaja en ir diciendo por donde pasa “mecachis, qué guapo (o que guapa) soy”.

El aislamiento al que ha sometido a Irene Montero no tiene demasiada explicación, al menos no la que se pretende dar oficialmente. La ley del “sí es sí” fue aprobada por todo el Gobierno con Pedro Sánchez a la cabeza y por una mayoría de parlamentarios, entre ellos todos los de Compromís, los de Colau y el niño de Más País. Es más, la misma Yolanda Díaz votó en contra de la ley que intentaba corregir el desaguisado. A Irene Montero se le podrá reprochar su empecinamiento, pero no la responsabilidad en exclusiva de haber aprobado la norma. Una ley no la sanciona un ministro. El mismo Sánchez afirmó que era una ley pionera y que la copiarían otros muchos países.

En las negociaciones, el perdedor ha sido Podemos. Todos se pusieron en su contra. Se entiende el objetivo de Compromís, de los Comunes y de Más Madrid. Cada uno de ellos pretende monopolizar su huerto autonómico, sin permitir ninguna competencia, en concreto la de Podemos. Ello debería hacer meditar a Yolanda Díaz porque cuando las barbas de tu vecino veas pelar echa las tuyas a remojar. Muy posiblemente ese sea el destino que le puede esperar a Sumar. Se comprende menos la postura de IU, que desde 2016 ha ido siempre de la mano de Podemos. Aunque, estando por medio Garzón, cualquier cosa…

No sé si se entiende o no la postura de la actual vicepresidenta segunda, lo cierto es que es difícil compartirla y que tal vez sea acreedora a los calificativos más duros. Gracias a Podemos, salió del anonimato, fue esta formación política la que la nombró ministra, más tarde vicepresidenta segunda y la que la designó como cabeza visible de esta organización para las próximas elecciones generales. Aprovechando todo este bagaje, monta su chiringuito y lo primero que pretende es acelerar la defunción del partido al que debe todo su patrimonio político. No es precisamente para que inspire en el futuro mucha confianza. Quizá sea que la actual ministra de Trabajo es lo más parecido posible al presidente del Gobierno.

Si, tal como afirmaba en el artículo de la semana pasada, Podemos ha sido víctima de la hibris griega, del pecado de desmesura, el engreimiento y la arrogancia han estado presentes en Sumar desde el origen, desde antes de nacer, lo que va a lastrar su trayectoria y nos lleva a pensar que muy posiblemente su futuro sea bastante menos halagüeño de lo que han sido estos años pasados para Podemos.

En las elecciones de 2015 el conglomerado de Podemos consiguió 69 diputados: En Comú Podem, 12 diputados; Podemos-Compromís, 9; Podemos en Marea-Nova, 6, y Podemos, simple y sin adherencias 42; en total, 69 diputados.

En las de 2016 la coalición de Podemos sacó 71 diputados, de los que Podemos-Compromís obtuvo 9; En comú podem, 12; En Podems Marea Nova, 5, y Unidos Podemos (Podemos-IU-Equo Clías), 45; en total, 71. ¿Yolanda Díaz sacará resultados parecidos? Lo dudo.

republica.com 22-6-2023



MOTIVOS DE LA DECADENCIA DE PODEMOS

PARTIDOS POLÍTICOS, PODEMOS Posted on Dom, junio 18, 2023 13:44:25

Se ha dicho por activa y por pasiva que uno de los resultados de las elecciones autonómicas y municipales ha sido el descalabro de Podemos, lo que, sin duda, tiene mucho de cierto. Y ello nos lleva a cuestionarnos cuáles han sido las razones. Pero quizá, antes de entrar a contestar la pregunta, conviene circunscribir el fenómeno, sobre todo respecto a ese hasta ahora fantasma que se denomina Sumar. He señalado con frecuencia que la situación creada por Yolanda Díaz es bastante extraña.

En la negociación con Sumar se ha utilizado como arma contra Podemos los malos resultados que ha obtenido en las elecciones autonómicas y municipales. No me parece justo este reproche, porque Sumar -excepto una líder nueva con dilatada ambición- no llega mucho más allá de Podemos. A pesar que se vocee que es la primera vez que se unen quince formaciones, la mayoría de ellas no pasa de ser chiringuitos sin ninguna consistencia práctica. El esqueleto de la hasta ahora plataforma, y en estos momentos partido instrumental, está constituido por la Izquierda Unida de Garzón, formación que ha estado asociada a Podemos desde las elecciones de 2015, y que en estos mismos comicios han ido juntos en muchas candidaturas, por lo que el varapalo sufrido por Podemos es también predicable de IU. Los resultados no han sido mucho mejores para las otras confluencias políticas asociadas a Sumar: Comunes, Compromís, Más Madrid, etcétera. O sea que no parece que tengan mucho que reprocharse mutuamente. Y menos puede recriminar quien no se ha presentado a las elecciones por carecer de estructura territorial.

Para entender lo que ha sucedido con lo que teóricamente se llama la izquierda de la izquierda, deberíamos partir del 15-M y del movimiento al que dio lugar. Nació en la crisis financiera de 2008, tras los ajustes acometidos por Rodríguez Zapatero, y más concretamente por la modificación del artículo 115 de la Constitución -más teórica que real como después se ha comprobado. Los que más tarde serían dirigentes de Podemos revolotearon entonces alrededor de Izquierda Unida, una Izquierda Unida ya en decadencia. Pretendían ir en sus listas a las elecciones europeas, lo que no resultaba muy viable, teniendo en cuenta el carácter cerrado de las formaciones políticas.

La negativa decidió a la célula embrionaria de Podemos a presentarse a los comicios por su cuenta. Los resultados fueron sorprendentes, consiguieron cinco eurodiputados. El éxito alcanzado fue el comienzo de su carrera al estrellato, pero también el germen de su futuro declive. Los triunfos electorales de 2015, 2016 y 2019 condujeron a que los líderes de Podemos fuesen presos de la desmesura. Es lo que entendían los griegos por “hibris”, pecado de orgullo y de arrogancia. Plutarco afirmaba: “Los dioses ciegan a quienes quieren perder”; y en palabras de Eurípides: “Aquel a quienes los dioses desean destruir primero lo vuelven loco”. El poder ofusca a los humanos. La “hibris” arroja a quienes la padecen al exceso y al engreimiento, les fuerza a abandonar la justa medida, a sobrepasar los límites. Los dirigentes del nuevo partido trazaron un camino que con el tiempo los habría de conducir al fracaso. Se dejaron llevar por la avidez de lograr el poder a cualquier precio y lo antes posible.

Despreciaron por tibios a aquellos que les habían precedido en ese espacio ideológico, reprochándoles que se habían instalados cómodamente en una posición minoritaria, orgullosos de sus ideas, pero ineficaces desde el punto de vista social. Les recriminaron que, encerrados en su torre de cristal, se negasen a mancharse las manos. Los dirigentes de Podemos, con cierta ingenuidad y arrogancia, se plantearon llegar cuanto antes al gobierno. Esa urgencia por alcanzar el poder sin saber muy bien para qué ha estado y está en el centro de su actuación política, y ha propiciado los errores cometidos.

El primero de ellos ha sido el coqueteo constante con los nacionalistas, adoptando muchos de sus mismos planteamientos. El discurso soberanista, especialmente el de las Autonomías ricas que se oponen a toda política redistributiva, es parecido al del neoliberalismo económico. Tanto las clases altas como las regiones florecientes pretenden limitar -cuando no eliminar- la solidaridad. Lógicamente todo eso es incompatible con el pensamiento de izquierdas. Entonces, ¿por qué Podemos se ha puesto de parte de los independentistas, incluso de los que han dado un golpe de Estado?

La explicación hay que buscarla en lo dicho anteriormente, en las prisas manifestadas por esta formación política para alcanzar el poder y la primacía concedida a los resultados electorales por encima de cualquier otro aspecto. Tal vez han considerado que, en Comunidades como Cataluña, País Vasco, Navarra, incluso en Valencia o en Baleares, defender el derecho a decidir podía ser rentable electoralmente.

Las cosas, sin embargo, no son tan claras porque en esas Comunidades partidos nacionalistas y regionalistas hay muchos y, puestos a votar en esta clave, siempre se prefiere el original a las copias.  Además, parece lógico que las confluencias en esas regiones tengan la tentación de comportarse con vida propia y de apenas considerarse parte de la formación estatal. Si se pretende que los territorios sean soberanos, por qué no ellas. Con el tiempo existe el peligro de que Podemos termine siendo irrelevante en esas regiones A su vez, este coqueteo con el nacionalismo puede ser un enorme lastre en el resto de las Comunidades, que es lo que finalmente ha sucedido.

El segundo error cometido por los podemitas fue su ambivalencia con el partido socialista. Primero, confiaron en el sorpasso y, al no conseguirlo, terminaron por unir su suerte a esta formación política, precisamente cuando el PSOE atravesaba su peor momento histórico, integrándose en el gobierno Frankenstein, con lo que no solo blanqueaban a golpistas y filoetarras, sino que se hacían partícipes de la totalidad de los acuerdos del Ejecutivo y cómplices de todos los desmanes del sanchismo. Aun cuando a veces hayan protestado y pataleado, se han tenido que tragar muchos sapos y culebras. Pasaron de considerar a los socialistas como casta a comer en la misma mesa y a acostarse en la misma cama con la peor versión del PSOE. La pertenencia al gobierno anuló en Podemos la posibilidad de ejercer una verdadera crítica frente a la realidad española y al proyecto de Unión Europea.

Y con esto se entra en la tercera consecuencia o en el tercer error derivado del apresuramiento por llegar al gobierno, que es el de la levedad de su discurso. Cuando se está en el gobierno los planteamientos no pueden ser los mismos que cuando se participa en un movimiento de contestación y protesta. Antiguamente los partidos de izquierda solían diferenciar entre el programa máximo y aquel que se manejaba como posible, de acuerdo con la coyuntura económica y política y con la correlación de fuerzas existentes. No cabe duda de que la pertenencia a un gobierno -y tanto más si es de coalición- condiciona el programa.

Recuerdo que en mayo del 68 se empleaba un eslogan muy expresivo: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. Un movimiento de contestación y protesta social puede reclamar lo imposible; cuando se está en el ejecutivo, no.

En los inicios del movimiento 15-M era frecuente escuchar en los medios de comunicación el reproche de que no ofrecía soluciones. He pensado siempre que ese no es el cometido de un movimiento de protesta social. No tiene medios ni estructuras para ello. Su función es criticar y reprobar todo aquello que considera que está mal. Intentar resolver los problemas es la finalidad de los políticos. Pero, por eso todo cambia cuando se pasa de la protesta al juego político y mucho más si se forma parte del gobierno, y sobre todo si no se poseen los conocimientos y el bagaje técnico necesarios para las soluciones. Se corre el peligro de que en lugar de arreglar el problema se agrave.

Para que las correcciones sean las adecuadas y no empeoren la situación hay que tener en cuenta todas las condiciones y el campo de juego en el que nos movemos. A pesar de que el 15-M surgió como reacción a las imposiciones de la Unión Europea, y que a este movimiento se liga el nacimiento de Podemos, esta formación política en los últimos años parece haber olvidado la pertenencia a la Eurozona, y las limitaciones que ello conlleva.

Por otra parte, muchos de sus líderes han pasado por países latinoamericanos cuyas circunstancias  tienen muy poco que ver con las de los europeos. Las medidas puestas allí en funcionamiento -buenas o malas para esas sociedades- con bastante seguridad resultan desacertadas para las nuestras.

Ante unas condiciones hostiles y que no controlan (globalización, Unión Europea, sistema capitalista, funcionamiento de los mercados, etc.), o bien han propuesto medidas improcedentes y contradictorias o bien trasladan la mayoría de sus preocupaciones desde la cuestión social y la diferencia de clases a otros temas tales como el feminismo, la ecología o la defensa de ciertas minorías como los homosexuales o los trans, e incluso sobre el bienestar animal. En el extremo, la defensa del nacionalismo.

La rehabilitación de Podemos no puede venir de repetir miméticamente la historia ni de cometer los mismos errores, tanto más cuanto las circunstancias de ahora son distintas de las de 2014. Esta es la enorme equivocación de Yolanda Díaz. Su plataforma Sumar no contiene nada nuevo excepto el líder (quítate tú, que me pongo yo) y los agravios y rencores que unos mantienen frente a los otros. Pero para hablar de ello necesitaremos un nuevo artículo.

republica.com 15-6-2023



LAS ELECCIONES Y BILDU

GOBIERNO, PARTIDOS POLÍTICOS, PSOE Posted on Dom, junio 04, 2023 21:15:39

Unas elecciones municipales y autonómicas, transformadas en unas primarias de cara a las generales. Era lógico que se encontrase entre las preferencias de la oposición, ya que muy posiblemente consideraban a Sánchez un activo tóxico y, por lo tanto, un lastre para los candidatos de los ayuntamientos, pero principalmente para los aspirantes a diputados autonómicos. Es sorprendente, sin embargo, el hecho de que el PSOE aceptase ese mismo campo de juego consistente en plantear la contienda en clave nacional, dejando en segundo plano los enfrentamientos territoriales.

La única explicación posible era la arrogancia y la soberbia del presidente del Gobierno y su creencia de que puede alcanzar todo lo que se propone. En contra de la opinión de los barones, se puso al frente de la campaña, recorriendo toda España pensando que su presencia tendría un efecto taumatúrgico. Pudo existir otra razón y es que lo realmente relevante para Sánchez son los comicios generales y no le importa lo que les pase a sus barones, tan solo aquello que pueda colaborar a su permanencia en la Moncloa.

Acostumbrado como está a comprar con mercedes a las fuerzas políticas que le mantienen en el poder, ha fundamentado la campaña en una estrategia similar y se ha dedicado a regar con dinero público las ocurrencias más variopintas, desde los ferrocarriles gratis para los jóvenes hasta cines a dos euros para los mayores. El proceso ha sido sin duda escandaloso, rozando el cohecho, ya que los fondos públicos se usaban únicamente para obtener una rentabilidad electoral. Sánchez daba por hecho que ese cúmulo de dádivas atraería los votos de muchos ciudadanos al tapar, al menos momentáneamente, las dificultades económicas que la inflación les estaba causando y que haría olvidar también, dejándolos en segundo término, los ataques perpetrados contra la democracia, así como la infamia de haber comprado el gobierno a base de blanquear a los golpistas catalanes y a los independentistas vascos.

El hombre propone y Dios dispone, y en este caso quien dispuso fue Bildu porque los filoetarras, llevados por la soberbia y por su afán de dejar claro que no renunciaban al pasado y a su historia, introdujeron en las listas electorales a cuarenta y cuatro candidatos condenados por terrorismo. Conocido el hecho por las asociaciones de víctimas y tras aparecer en la portada de un diario madrileño, hizo saltar por los aires el plan que Sánchez se había trazado y situó la campaña en un terreno que el presidente de gobierno de ninguna manera deseaba.

Fue realmente cómico presenciar la tocata y fuga de todos los ministros, ministras y altos cargos del PSOE cuando los periodistas les preguntaban sobre el suceso. Huían en desbandada sin saber qué contestar. Aún no habían recibido instrucciones al respecto. Durante los días siguientes, la consigna lanzada y que todos repetían disciplinadamente era afirmar que lo que había hecho Bildu era legal pero que no les gustaba, que no era ético.

Incluso Sánchez se decidió a hablar. No tuvo más remedio que hacerlo en Washington, aguando así la visita tanto tiempo esperada. Su comentario fue sucinto: afirmar que era legal, pero no decente. No estuvo afortunado el presidente del Gobierno, porque la apostilla parecía evidente y así la aprovechó el líder del PP, afirmando  lo que no parecía decente era que Sánchez gobernase gracias al pacto con Bildu.

Algunas ministras, como Nadia Calviño o Margarita Robles, quizás llevadas por su mala conciencia, se hicieron las locas. “Pacto, ¿qué pacto?”. Se negaron a admitir que existiese ningún acuerdo con Bildu. Pero, mal que les pese y aunque intenten negarlo, en el fondo tendrán que reconocer que deben su sillón a golpistas y a filoetarras. Es algo que constituirá un borrón sobre todos los que desde la moción de censura son o han sido ministros en los gobiernos de Sánchez, e incluso sobre todos aquellos que por haber formado parte de esos gobiernos o por proximidad a ellos ocupan puestos importantes tanto en España como en Europa. Todos están manchados por el Gobierno Frankenstein.

Otegui y Rufián no tienen empacho alguno en decir a todos los que quieran oírles que si Sánchez gobierna es gracias a ellos y a todas las fuerzas que están en contra del Estado español, y lo mismo estarían dispuestos a predicar de todos los que viven del sanchismo; si ocupan cargos importantes, es gracias a que Esquerra y Bildu mantienen a este Ejecutivo. Del mismo modo, han dejado totalmente claro que había que aprovechar este Gobierno, ya que es difícil que pudiesen contar con otro tan favorable a sus intereses.

No hay nada de extraño, por tanto, en el hecho de que Otegui diese orden de que siete de los propuestos en las listas -aquellos que estaban condenados directamente por delitos de sangre- prometiesen que, de salir elegidos, no tomarían posesión de sus cargos. Es muy posible que detrás de esta decisión se encontrase la mano de Sánchez, ya que el tema estaba perjudicando las expectativas electorales del partido socialista; pero en cualquier caso hay que suponer que Bildu estaba predispuesto a ello, ya que con ningún otro presidente de gobierno les puede ir mejor que con Sánchez y, por lo tanto eran los primeros interesados en que el PSOE no perdiese las elecciones.

No deja de ser paradójico que Sánchez y sus acólitos reprochasen a la oposición usar a ETA para sus fines electorales. Ignoro cuáles hayan sido las intenciones del PP, pero desde luego Sánchez no puede tirar la primera piedra, él está haciendo algo infinitamente peor, se ha valido de Bildu para llegar y mantenerse en el gobierno, estando dispuesto a pagar el precio que se le exija.

La oposición, tanto en el Congreso como en el Senado, instó una y otra vez a Sánchez para que se pronunciase acerca de si va a romper el acuerdo con los herederos de ETA. La pregunta no dejaba de ser retórica, porque la ruptura tanto con ellos como con Esquerra es imposible no solo ahora, sino en la próxima legislatura. El presidente del Gobierno sabe que su suerte está ligada al Frankenstein, y de ningún modo está dispuesto a renunciar al poder. Por otra parte, ¿qué importancia podría tener la promesa de Sánchez, si ya aseguró, y varias veces antes de las elecciones de 2019, que nunca pactaría con Bildu y el tiempo ha demostrado todo lo contrario?

Por eso es tan ridícula la cháchara que ha mantenido ese tertuliano -rey de todas las tertulias-, que antes del debate en el Senado estaba empeñado en que Sánchez iba a anunciar que rompía formalmente con Bildu, que lo sabía de muy buena tinta. El planteamiento era ciertamente absurdo. Sánchez, con sentido realista, ha renunciado ya a ganar las elecciones en solitario y sabe, lo mismo que lo sabía en 2016, que su única alternativa es la alianza Frankenstein.

Tal vez fue González Vara el que expresó de forma más clara, pero también más brutal, lo que este planteamiento representa. Al ser preguntado en una entrevista en la COPE sobre si la candidata del PSOE en Navarra no debía romper con Bildu, contestó: “¿Romper?, ¿por qué? ¿Para que gobierne quién?, ¿la derecha? Entonces, la derecha estaría siempre en el poder, la izquierda nunca.” Parece ser que parte del PSOE tiene introyectado el mantra de que la única forma que tiene de gobernar la izquierda es hacerlo con golpistas y con los herederos de ETA, y que eso es preferible a que gobierne la derecha. ¡Qué triste destino nos aguarda a los que pensamos que somos de izquierdas!

En el fondo subyace el principio de que todo vale con tal de estar en el poder. Incluso algo más peligroso, que debemos disculpar absolutamente todo a aquellos que consideramos que son de los nuestros. Hace años, se comentaba que los miembros de la nomenclatura de EE. UU., al referirse a algunos dictadores latinoamericanos, decían eso de “Es un hijo de p., pero es nuestro hijo de p”. Espero que los partidos de izquierdas en España no pretendan afirmar algo similar, que son unos golpistas y terroristas, pero son de los nuestros.

Además, los resultados electorales del pasado domingo parece que han dejado claro que, aun prescindiendo del aspecto ético, pactar con golpistas y filoetarras no garantiza ni mucho menos la gobernabilidad a medio plazo, como no sea en Cataluña, País Vasco o Navarra. En el resto de España los electores han dicho claramente que quieren otra izquierda. Pero se me ocurre que, incluso en esos territorios, a medio y a largo plazo, tampoco. Puestos a votar en clave nacionalista, se prefieren los originales a las copias. Resulta bastante risible ese discurso de los periodistas sanchistas asegurando que el PP le ha hecho la campaña a Bildu. El único que ha blanqueado y ha lanzado al estrellato a esta formación política ha sido Sánchez.

Ante el varapalo de las elecciones autonómicas y municipales, Sánchez ha adelantado las generales que teóricamente se iban a celebrar en diciembre. Pretende salvar los muebles. Varias pueden ser las razones. La primera, la creencia de que en estos cinco o seis meses el deterioro podría aumentar, y también lo haría el desánimo de la izquierda. La segunda, la campaña electoral va a embarrar la constitución de gobiernos y ayuntamientos, lo que puede facilitar el uso de la única arma con la que piensa contar Sánchez: el miedo a Vox y a la ultraderecha. Quizás crea que así neutralizaría el reproche de que votarle a él es votar a Bildu y al golpismo independiente. La cosa podría haber sido muy distinta si se hubiese esperado a diciembre, ya que la sociedad española hubiera podido comprobar que no ocurría nada grave porque el PP gobierne en algunos sitios mediante acuerdos con Vox.

La tercera razón tal vez sea que el presidente del Gobierno piensa que si pierde las elecciones generales puede aspirar a ser el secretario general de la OTAN, cargo que según parece puede quedar vacante en octubre.

Sean cuales sean las razones, lo único cierto es que la fecha elegida no parece que sea la más adecuada ni la que convenga mejor al país. En pleno verano amenaza con que la abstención sea cuantiosa. Por otra parte, va a interferir en la constitución de los gobiernos regionales y los ayuntamientos, distorsionando el normal funcionamiento de los pactos. Además, se producirá a los pocos días de asumir España la presidencia de la Unión Europea, con lo que esta va a coincidir en su casi totalidad con un gobierno en funciones, situación que no es precisamente la mejor para poder realizar eficazmente esta tarea. Veremos cómo sienta en Europa.

Pero no sería Pedro Sánchez si la decisión la hubiese tomado pensando en cuál sería la fecha que conviene mejor a la sociedad, al Estado español y a la Unión Europea. Su naturaleza le lleva a centrarse exclusivamente en su propio interés y en su provecho político, y todo lo demás es secundario, le importa poco.

republica.com 1-6-2023



LA SEGUNDA MARCA DEL SANCHISMO

GOBIERNO, PARTIDOS POLÍTICOS, PODEMOS Posted on Dom, abril 16, 2023 10:04:36

Desconfío de los profetas, de los personalismos, de aquellos que piensan que todo comienza en ellos y acaba en ellos. Por eso no he podido por menos que contemplar con suspicacia el lema que presidía el otro día el acto de Magariños: “Empieza todo”. La verdad es que todo en la operación Sumar es raro, comenzando por su origen, que no ha sido otro más que el dedo de Pablo Iglesias señalando a Yolanda Díaz como cabeza de lista de Podemos a las próximas elecciones generales, al tiempo que la nombraba (más que designarla) vicepresidenta segunda del Gobierno, y le proporcionaba la plataforma adecuada para el proyecto que ahora intenta emprender. Parece evidente que sin esta nominación no existiría Sumar.

Se ha producido así la paradoja de que los medios e instrumentos para el ataque a Podemos hayan salido de esta misma formación política. La plataforma, movimiento o lo que sea Sumar, es una copia milimétrica del Podemos de los inicios, y lo único que en ella tiene solidez es lo que se ha hurtado o se piensa fagocitar de la formación morada. Los medios de comunicación han aireado que en Magariños habían participado quince asociaciones políticas, pero lo cierto es que la casi totalidad de ellas apenas tienen consistencia. Solo IU, incluyendo al PCE, y los Comunes de Cataluña poseen alguna entidad, y los dos estaban en la órbita de Podemos.

Es comprensible por tanto el cabreo que tienen los líderes de Podemos, se sienten traicionados, ya que parece que se pretenda desbancarlos y se ha convocado a otros partidos, como Más País o Compromís, de ámbito regional, pero que se presentarán a las elecciones municipales y autonómicas como sus contrincantes. Se  entiende también que los mandatarios de la formación morada, antes de entrar a formar parte del proyecto, planteen sus exigencias. No es lógico que a todos los integrantes se les trate de igual forma. No puede ser lo mismo Podemos, que hoy por hoy  tiene treinta y cinco diputados, que Más País que solo cuenta con dos escaños o Compromís que tiene uno, o la gran mayoría de las formaciones que no tienen representación parlamentaria.

En Sumar también son extravagantes todos los pasos que se han dado hasta ahora: los vaivenes, las idas y venidas, el sí pero no, el dejarse querer y, por supuesto, el primer acto público de la presunta candidata, en Valencia, primera confesión -aun cuando se tuviese interés en mantener la incógnita- de que se tenía la intención de seguir adelante con el proyecto. Pero, eso sí, de forma totalmente contraria a lo que cabía esperar, dado que Yolanda Díaz ocupa una cartera ministerial gracias a y en nombre de la formación morada.

La candidata a presidenta, con el pretexto de realizar un acto para exhibir una nueva política dirigido principalmente a las mujeres, convocó en Valencia a Ada Colau, a Mónica Oltra, a Mónica García y a Fátima Hamed, todas ellas muy buenas compañías y líderes de formaciones políticas competidoras o al menos independientes de Podemos, mientras paradójicamente no se invitaba ni a Ione Belarra ni a Irene Montero.

Casi un año después, en el Matadero de Madrid la ministra de Trabajo presenta oficialmente el proyecto al que se asigna ya un nombre, “Sumar”, aunque existe el peligro de que sea más bien restar, porque se pidió expresamente que no  asistiesen al acto los líderes de los partidos políticos, aquellos que en teoría debían incorporarse a la nueva organización, lo que sin duda también resulta sorprendente, y más aún que no asistiesen los de Podemos, puesto que era Podemos la que la había sacado del anonimato. Mantuvo enfáticamente que la cosa no iba de partidos políticos, lo que resultaba también incongruente tratándose de un acto orientado a crear una candidatura para las próximas elecciones generales (ver mi artículo publicado en este diario el 8-9-2022 titulado “Sumar o restar”).

Al acto de Matadero le ha seguido el de Magariños, donde Yolanda Díaz ha anunciado -según ella, humildemente- que se presentará a presidenta del Gobierno. Resulta también chocante porque lo que menos parecía haber en ese acto era humildad. Todo en él rezumaba soberbia y triunfalismo. Proclamó también que se trata de instrumentar una nueva política. Esto último, sin embargo, no es nada raro porque todos los que pretenden crear un partido anuncian una nueva política. Lo extraño comienza cuando esta se define como dialogar, dialogar y dialogar y, sin embargo, parece que resulta imposible hacerlo con los mandatarios de la formación que la ha lanzado al estrellato.

La nueva candidata a la presidencia afirmó que no depende de nadie y que no quiere que nadie la tutele. Lo cual continúa siendo raro porque, nos guste o no, todos dependemos de alguien. Ella ha dependido de Podemos y de Pablo Iglesias para ser ministra, vicepresidenta segunda e incluso para la designación a la candidatura que ahora anuncia. Es creíble que ya no quiera la tutela de Pablo Iglesias, pero habrá quien se pregunte si no es porque tiene la de Sánchez.

Que el presidente del Gobierno ha extendido su mano protectora sobre ella es bastante evidente. Solo hay que considerar el papel preponderante que le asignó en la moción de censura. Parecía decir esta es mi hija muy amada. Esta actitud aparece de forma más clara, si se consideran las encuestas bien amañadas de Tezanos en las que se infravaloran los resultados de Podemos. No hay demasiadas dudas de que detrás de la actual apoteosis de la ministra de Trabajo se aprecia la alargada mano de Sánchez.

El parecido entre Yolanda y Sánchez es demasiado grande; su discurso, bastante parejo. Los dos participan del mismo triunfalismo, y de la misma capacidad para distorsionar la realidad. Pero es que, además, el presidente del Gobierno sabe que su única posibilidad para repetir la próxima legislatura se encuentra en reeditar la alianza Frankenstein. Necesitan por tanto que las formaciones a su izquierda obtengan buenos resultados, tanto más si, como es previsible, los socialistas pierden representación. Concretamente, hay quien cree que el plan de Sánchez se centra en la esperanza de que Sumar pueda movilizar a los posibles abstencionistas que en otras ocasiones votaron al PSOE.

El razonamiento no parece demasiado convincente, puesto que los que abandonan al PSOE lo hacen movidos, en buena medida, por el coqueteo mantenido por esta formación con los golpistas y filoetarras, y en esta cuestión tanto Podemos como los que se vislumbran como componentes de Sumar son tanto o más responsables. No parece verosímil, en consecuencia, que reciban los votos de los que han decidido no dárselos al partido socialista. Resulta difícil creer que se vaya a escoger la segunda marca cuando se ha rechazado la primera.

Dicen que Yolanda Díaz no está dispuesta a pactar con Podemos hasta después de las elecciones municipales y autonómicas. Motivo: la creencia de que los resultados de esta última formación serán muy malos, lo que proporcionaría a Sumar ventaja en la negociación. Sin embargo, esta argumentación hace aguas. Primero, porque no parece que alguien que elude presentarse a la contienda por carecer de medios y que por lo tanto aún no se ha medido en las urnas pueda entrar a juzgar los buenos o malos resultados de otras formaciones que al menos han entrado en liza. Segundo, porque si es verdad que Sumar no se va a presentar a esas elecciones, sí lo van a hacer muchas de las formaciones políticas que teóricamente van a conformarlo y no creo que sus resultados sean mucho mejores que los de Podemos; incluso algunas como los Comunes e IU es posible que lo hagan componiendo coalición con la formación morada. Esto último confirma una vez más que todo lo que hace referencia a Sumar es raro, muy raro.

Pero es que, además de raro, va a resultar conflictivo. Con Podemos o sin Podemos los problemas comenzarán cuando haya que hacer las listas para las generales. Mientras la cuestión se mueva en discursos y arengas, el entusiasmo y el fervor serán unánimes; ahora bien, la cosa cambiará cuando cada uno reclame su trozo de pastel. Muchos comensales para una mesa tan pequeña.

republica 13-4-2023