A propósito de los casos de fraude electoral ocurridos en los últimos días de campaña, Pedro Sánchez, en el cierre en Tarragona y junto al líder del PSC Salvador Illa, acusó al PP de embarrar las elecciones con la finalidad de desmovilizar al electorado. No quieren que vayamos a votar, exclamó enfáticamente. Esta afirmación deviene impúdica a tenor de la decisión tomada por el Presidente de disolver las Cortes y convocar elecciones el 23 de julio, en pleno verano y con cuatro Autonomías en medio de un puente. Ante ello sí que se puede sostener categóricamente que Sánchez no quiere que votemos.

No me creo el relato de que la decisión fue tomada improvisadamente en la noche de las elecciones, y mucho menos eso de que la adoptó en conciencia; esta no existe en “El Príncipe” de Maquiavelo, que por lo visto debe de ser el libro de cabecera de Sánchez. Sería minusvalorarlo no suponer que aquella noche tendría elaborados por lo menos tres escenarios posibles, a efectos de tomar uno u otro camino según fuese el resultado.

Hay que presumir también que la fecha estaba concienzudamente pensada. Obedece a la reacción propia de quien va perdiendo la partida y la única solución que vislumbra para evitarlo es dar una patada al tablero o romper la baraja. Convocar unas elecciones generales el 23 de julio es algo parecido.

En defensa de la decisión tomada, el sanchismo aduce que hay precedentes. Se cita el caso de Galicia y del País Vasco en julio de 2020. Nótese que en ambos casos ya se habían tenido que retrasar los comicios a causa de la pandemia y que por el mismo motivo estaban casi prohibidos los viajes, por supuesto al extranjero, pero también entre provincias o regiones. Además, el clima de ambas Comunidades no es en absoluto similar al de Andalucía o Extremadura. 

Se podría trazar la senda que ha recorrido Sánchez desde que con la ayuda de Susana Díaz y Pérez Rubalcaba salió del anonimato para ser el secretario general del partido. Desde entonces nada lo ha detenido, ha traspasado todas las líneas rojas, ha saltado sin el menor escrúpulo por encima de todas las instituciones. Hay quien con admiración habla del “manual de resistencia” y de los recursos que siempre tiene a mano. A mi entender, su única baza y ventaja es aceptar el principio de que todo está permitido. A lo largo de estos cinco años, ante cualquier escollo u obstáculo, no ha dudado en traspasar todas las barreras, burlar cualquier norma o manipular cualquier institución. La convocatoria de elecciones en pleno verano constituye el último órdago, por ahora a las reglas democráticas.

Muy posiblemente aún no nos hayamos dado cuenta de todas las repercusiones que puede tener celebrar los comicios en esa fecha. La consecuencia más inmediata va a ser una enorme abstención, con lo que siempre quedará la duda de hasta qué punto los resultados han sido verdaderamente representativos. Qué duda cabe de que, con carácter general, se va a complicar la participación para la mayoría de los ciudadanos. Simplemente la elevada temperatura que para algunas Comunidades resulta insufrible en la segunda mitad del mes de julio dificultará las votaciones.

Curiosamente en el Estatuto de Andalucía existe una prohibición expresa para que los comicios no se celebren en los meses de julio y agosto. Como es lógico, este precepto no rige para las elecciones generales, pero sí es sintomático de lo que puede representar para esa Comunidad, y alguna otra parecida, situar los comicios en dicha fecha. Quizá nos podríamos preguntar qué hubiese pasado si esta disposición hubiese estado en los Estatutos de Cataluña o del País Vasco.

Los problemas para votar se incrementan en cuatro Comunidades Autónomas: Castilla-La Mancha, Galicia, País Vasco y Navarra, en las que el 25 de julio es fiesta y por lo tanto los trabajadores tienen la oportunidad de disfrutar de puente. Y lo mismo cabe decir de todas aquellas otras personas (según dicen, más de cuatro millones) que tienen planificadas las vacaciones para esas fechas. Ciertamente en muchos casos podrán utilizar el voto por correo, pero se dificultará bastante su participación. Los inconvenientes serán aún mayores cuando los viajes sean al extranjero ya que, además de los otros trámites, tendrán que inscribirse como residentes temporales (ERTA) en el consulado más cercano.

A pesar de todos los obstáculos, los más cafeteros se esforzarán para ejercer el voto, pero sin duda habrá también muchos que, teniendo una postura más fría respecto a la política, ante el incremento de las dificultades, opten por la abstención. Pero es que incluso al margen de la voluntad personal, a bastantes de los ciudadanos les será casi imposible votar. En primer lugar, aquellos que se encuentren de vacaciones en lugares del extranjero en los que haya dificultad para encontrar un consulado. En segundo lugar, los que, bien dentro o fuera de España, hayan planificado un viaje itinerante, es decir, recorriendo diferentes lugares.

Y en tercer lugar los que tengan que votar por correo, pero que puedan encontrarse en dos domicilios diferentes durante el periodo de entrega de la documentación. Este está establecido entre el 3 y el 17 de julio, sin que se pueda conocer el día exacto de la visita del cartero. Es posible que muchos votantes se encuentren en la primera parte de ese periodo en su domicilio habitual, por no haber emprendido aún el viaje de vacaciones, y a partir de ahí estén en el lugar de veraneo. No podrán, por ello, determinar a dónde se les debe entregar la documentación, con lo que puede llegar al lugar equivocado, y no tengan  en consecuencia posibilidad de votar.

Resulta fácil concluir que la participación se reducirá sustancialmente. Con todo, tal vez se produzca un efecto aún más pernicioso. Una situación caótica puede rodear toda la campaña electoral. La intendencia y estructura para administrar el voto por correo está dimensionada para un porcentaje más bien reducido de votantes que son los que en condiciones normales eligen este sistema. En esta ocasión este porcentaje puede ser diez o veinte veces mayor. Prueba de ello han sido las colas que se han formado en los primeros días en las estafetas de correo. ¿Cómo se va a gestionar todo ello?

No es ningún secreto la incompetencia mostrada por este Gobierno para la gestión. La mayoría de las medidas que ha ido tomando se han aprobado sin ninguna previsión de los problemas que se iban a producir en su aplicación práctica. El resultado terminaba siendo muy distinto del que se había fijado. Tal vez el caso más llamativo haya sido el del ingreso mínimo vital por la importancia que tiene, pero el mismo fenómeno se ha producido respecto a otras muchas normas, tal vez de menor relevancia.

Siendo esa su trayectoria, difícilmente se podría pedir al presidente del Gobierno que tuviese en cuenta los conflictos que pueden producirse en unas elecciones convocadas para el 23 de julio y con el consecuente incremento exponencial del voto por correo. ¿Esta la administración de Correos preparada para ello?, ¿cuánto personal adicional va a necesitar?, ¿va a encontrarlo en tan corto espacio de tiempo y con la preparación necesaria? ¿Están adaptados los colegios electorales de toda España para votar en pleno mes de julio? ¿Y la movilidad?, ¿se encontrarán dispuestos los servicios de RENFE y el resto de compañías de transporte de viajeros para dar respuesta a la demanda de los que quieran acudir a votar desde su lugar de vacaciones?, ¿qué caravanas se pueden formar en las carreteras con aquellos que pretendan desplazarse en automóvil particular por la misma finalidad?

Es muy posible que Sánchez no se haya hecho estas preguntas, o tal vez sí y sea esa situación caótica la que se va buscando. Muy posiblemente su razonamiento haya partido de la creencia de que, a la vista de los resultados obtenidos en mayo, le sería imposible ganar en unas elecciones generales convocadas en condiciones normales, de ahí que haya optado por la celebración de unos comicios en un escenario estrambótico, de manera que el caos creado genere todo tipo de incertidumbres, haciendo imprevisibles los resultados. Con lo que Sánchez cree tener alguna posibilidad de triunfo. El presidente del Gobierno debe de pensar que, a río revuelto, él puede tener esperanzas de pescar.

La contrapartida de todo ello es la fisura que una vez más se abre en el sistema democrático, la burla y la manipulación de las instituciones. Con ello se incrementa la desconfianza de los ciudadanos y siempre quedará la duda de hasta qué punto estas elecciones van a ser representativas. No puede resultar extraño que aparezca la suspicacia entre la población cuando el propio Sánchez ante los grupos parlamentarios del PSOE del Congreso y del Senado no tuvo empacho en afirmar que le acusarán de pucherazo y que pedirán su detención como responsable.

Supongo que ante estas palabras todos nos habremos quedado un poco estupefactos. Se nos viene a la memoria esa alocución latina de “Excusatio non petita, accusatio manifesta”. ¿De qué tiene miedo Sánchez? ¿Qué guarda en el armario? ¿Qué contenía el teléfono jaqueado? ¿Cómo se explica lo de Marruecos? ¿Qué teme que se descubra cuando deje de estar en el gobierno? Algún día lo sabremos.

republica.com 8-6-2023