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ARTICULOS DEL 17/3/2023 AL 9/1/2024 CONTRAPUNTO

ALGO FALLA EN NUESTRO SISTEMA POLÍTICO

APUNTES POLÍTICOS, PSOE, SANCHISMO Posted on Dom, septiembre 03, 2023 09:00:22

Sánchez se caracteriza, aparte de por otras cosas, por cambiar de opinión –según él, no por mentir- con frecuencia y por defender un día con la misma pasión aquello que el día anterior había denigrado. Juega a su favor la escasa memoria  de la mayoría de los españoles, a pesar de que andemos para arriba y para abajo con la memoria histórica y la memoria democrática. En esta ocasión, el presidente del Gobierno y sus mariachis han arremetido duramente contra Feijóo, recriminándole su intención de presentarse a la investidura porque, según dicen, carece de los apoyos necesarios, lo que no puede por menos que sorprendernos si consultamos la hemeroteca y nos fijamos en todos los exabruptos que el propio Sánchez lanzó contra Rajoy después de las elecciones de 2015, cuando el presidente del PP manifestó que no iba a someterse al debate de investidura, al considerarla fallida de antemano.

Y ciertamente lo era, desde el mismo momento en el que el PSOE de Sánchez se negó no ya a negociar, sino ni siquiera a sentarse a dialogar con él. No daban los números, a no ser que se pactase con los independentistas catalanes y afines, que estaban ya preparando un golpe de Estado, lo que era inasumible para el PP, para Ciudadanos e incluso para el PSOE de entonces, es decir, para todos aquellos que no tuviesen tan pocos escrúpulos como Sánchez. Sánchez sí acariciaba ya la idea, lo que explica que facilitase al PNV un puesto en la mesa del Senado, al tiempo que prestaba tanto a Esquerra como a CiU los diputados suficientes (y eso que no estaba muy sobrado de ellos) para que pudieran constituir grupo parlamentario. Lo mismo que ha hecho ahora.

En aquel momento a Sánchez todo se le iba en decir que era el tiempo de Rajoy y que después vendría el suyo. Así nos hizo perder un mes a todos hasta que se ofreció al Rey, mintiendo y asegurándole que tenía los apoyos necesarios, lo que al final se comprobó que era falso, al resultar fracasada la investidura. A pesar de ello, no abandonó su objetivo de llegar a la presidencia del gobierno, aunque ya era evidente que solo tenía un camino, la alianza Frankenstein. La historia es de sobra conocida y cómo esta pretensión chocó con el Comité Federal de su partido, etc. Lo cierto es que estuvo mareando la perdiz durante varios meses, se entrevistó hasta con las asociaciones de vecinos e hizo perder el tiempo a toda España. Curiosamente, ahora la bancada sanchista arremete contra Feijóo porque, según ellos, nos hace perder el tiempo.

Los días previos a la ronda de entrevistas, ante el grupo parlamentario del PSOE, Sánchez, en tono profesoral tal como le gusta adoptar, manifestó que no era tiempo (eso de ser o no ser el tiempo le priva) de presionar a la Corona, en una clara intención de acusar a Feijóo de hacerlo, cuando lo cierto es que eran él y sus seguidores los que pretendían chantajear a la Casa Real asegurando que solo había un posible candidato. Callaban que en todo caso hoy, eso solo es viable pasando, entre otras cosas, por la amnistía a los malversadores y golpistas catalanes del procés, por el referéndum de autodeterminación y rompiendo la solidaridad y la política de redistribución entre las regiones de España. Es más, una vez que Felipe VI había tomado la decisión (si no Sánchez directamente, sí sus monaguillos), han arremetido contra el jefe del Estado, alegando que había sobrepasado sus funciones y que borboneaba.

La decisión tomada por el Rey, sin embargo, fue totalmente lógica, no porque Feijóo encabezase la lista más votada -aunque hasta ahora haya sido siempre así-, ya que de ser este el criterio sobraría el paseíllo a la Zarzuela, la designación sería automática. La auténtica razón es que en ese momento contaba con 172 adhesiones, todas ellas contrastadas por el monarca en sus encuentros con las fuerzas políticas que habían ido a visitarle. Número si bien no suficiente para la investidura (la mayoría está en 176), sí muy por encima de las que contaba Sánchez, tan solo las de Sumar y Bildu, aparte de las suyas.

Ello no obsta para que todos sospechemos que la investidura de Feijóo fracasará y que con bastante probabilidad la de Sánchez saldrá adelante, aunque sin que eso represente precisamente un honor o mérito, sino un tremendo estigma que será por lo único por lo que pasará a la historia, cuestión que parece interesarle tanto. En cualquier caso, la decisión del Rey, como es lógico, no puede basarse en sospechas o informaciones de prensa, ni siquiera en la palabra del propio candidato asegurando que cuenta con tales o cuales apoyos. De lo contrario, volveríamos a lo anterior, sobrarían los paseíllos de todos los partidos por el palacio de la Zarzuela. Sería suficiente con que fuesen al ver al Rey aquellos aspirantes que creyesen disponer de los votos precisos.

Si se produce la visita al jefe del Estado de todos los partidos políticos con representación en el Congreso es para que este pueda constatar por sí mismo las adhesiones. Y con ello entramos en un tema escabroso. Parece ser que hay cuatro fuerzas políticas que se niegan a ir a ver al monarca. Supongamos que vaya Sánchez a visitar al jefe del Estado y le diga: “Mire usted (nunca le llamaría majestad, con tal de que no le trate de tú nos conformamos), cuento con los apoyos de Bildu, del BNG, de Esquerra y de Junts per Catalunya. Se lo digo yo, porque ellos no quieren venir a verle, pero no se lo tome como cosa personal, ni siquiera como un desprecio a la monarquía. A quien realmente aborrecen es a España y al Estado y si se niegan a visitarle es porque usted es el jefe del Estado. Aunque da igual, yo le aseguro que puedo contar con ellos en la investidura, les voy a dar todo lo que pidan.” ¿Seria esto valido?

Imaginemos que en una boda se presentase ante el cura o el juez solo la novia o el novio y le indicase: “Perdone usted, pero el otro cónyuge no accede a venir a verle, aunque yo testifico que quiere casarse conmigo”. O que en la compraventa de una casa se presentara ante el notario únicamente el comprador afirmando que la otra parte tiene alergia a las formalidades pero que es igual, porque él garantiza que está dispuesto a venderle la casa. ¿Sería posible que en la vida civil aceptásemos estos comportamientos o algunos parecidos?

En la política damos por buenas situaciones que nunca toleraríamos en otros ámbitos sociales. El otro día el juramento a la Constitución por parte de los señores diputados se convirtió en un festival circense. Cada uno empleó la fórmula que le pareció oportuna, viniese o no viniese a cuento, fuese o no fuese congruente. Supongamos que alguien invocando la libertad de expresión reclamase su derecho a realizar la declaración de la renta con el impreso y formulario que considere conveniente, o que en la celebración de un matrimonio ante la pregunta de si aceptas a la otra persona por marido o por mujer uno contestase, por ejemplo, “clarinete” y el otro “naturaca”, como si se tratase de un sainete de Arninches. No creo que pudiésemos dar por bueno ninguno de estos comportamientos y tantos otros que podríamos citar como ejemplo. La vida social y las actuaciones públicas exigen formalidades que no se pueden evitar. ¿Por qué sin embargo admitimos el caos en las maneras y en las prácticas políticas? Algo falla en nuestro sistema democrático.

Nuestra Constitución, y en general la Transición, fue extremadamente generosa con los partidos nacionalistas. A diferencia de las de otros países, nuestra carta magna no es militante, es decir, que admite la existencia de formaciones políticas que defiendan la posible independencia de un determinado territorio, pero siempre que sea por métodos legales y por los procedimientos que marca la propia Constitución. Pero una cosa es defender el derecho de expresión y el respeto a las minorías y otra cosa es que esas minorías terminen teniendo más derechos que las mayorías.

Con la cesión de diputados por parte del PSOE y de Sumar a los independentistas catalanes, va a resultar que PNV, Bildu, Esquerra y Junts per Catalunya, que han obtenido en conjunto escasamente un millón y medio de votos, van a contar con cuatro grupos parlamentarios, igual que el PP, el PSOE, Vox y Sumar, que lograron casi 22 millones. Y si este cálculo lo aplicamos a la estructura territorial, llegamos a la conclusión de que la voz que tienen en el Congreso el País Vasco y Cataluña es infinitamente mayor que la del resto de las Autonomías, ya que poseen para ellas solas el 50% de los grupos parlamentarios, amén de participar en la proporción que les corresponde del otro 50%. Alguien que no conociese nada de la realidad política y territorial de España y leyese las actas del Congreso de diputados podría llegar quizás a la conclusión de que nuestro país se reduce poco más que a Cataluña y al País Vasco. Algo falla en nuestro sistema político.

Hay dos hechos que añaden mayor gravedad a la situación actual. El primero es que los nacionalistas casi en su totalidad se han convertido en independentistas y la gran mayoría o bien han dado un golpe de Estado -y lo que es más importante dicen a quien quiera oírles que en cuanto puedan volverán a hacerlo- o bien no condenan el terrorismo y no tienen ningún empacho en rendir homenajes a los etarras. El segundo hecho es la existencia al frente del PSOE de un aventurero que para ser presidente del gobierno no solo permite que esta minoría tenga mucha más voz en el Congreso que la mayoría, sino que está dispuesto a poner a sus pies la gobernabilidad de España.

La decisión de Feijóo de presentarse a la investidura, aun cuando sabemos que muy posiblemente será fallida, es tan respetable como la de Rajoy de no acudir en 2015. Es entendible que el presidente actual del PP, aun cuando con toda probabilidad no pueda conseguir los cuatro votos que le faltan, quiera, por una parte, explicar su programa de gobierno en las Cortes al tiempo que manifiesta la impostura sobre la que se va a asentar la candidatura de Sánchez; y, por otra parte, aspire a poner cuanto antes el reloj en marcha hacia unas supuestas elecciones, dejando el mínimo tiempo posible a la negociación del PSOE con los independentistas.

Pero por eso mismo lo que tiene difícil explicación es que haya demandado, o al menos haya aceptado, un retraso tal a la hora de fijar la fecha para la sesión de su investidura, como no sea para evitar que una previsible repetición de elecciones se celebrase en Navidad. Pero entonces debería haber quedado claro que ese era el motivo y no porque el candidato del PP necesitase tiempo para negociar, y desde luego mucho menos con los golpistas y con los fugados de la justicia. Existe la impresión de que la nueva dirección del PP está asumiendo el falaz discurso del sanchismo acerca de la soledad y del aislamiento. Hay ciertas amistades que en lugar de sumar restan y son tóxicas. El baldón radica no en estar separados de ellas, sino en amancebarse con ellas asumiendo su discurso y sus planteamientos. La vergüenza es la que deberían sentir aquellos diputados que aunque sea tan solo por unos días tengan que incorporarse a su grupo parlamentario. Algo falla en nuestro sistema político cuando para ser presidente del gobierno tienes que encamarte con prófugos, golpistas y filoterroristas.

Ante la futura sesión de investidura de Feijóo, quizás lo único que tenga sentido sea ese llamamiento no solo al grupo parlamentario socialista, sino en general a todo el hemiciclo a que existan cuatro hombres justos que den un paso hacia adelante e impidan el bochorno de que el gobierno de España dependa de un prófugo de la justicia acusado de delitos tan graves como el de sedición y el de malversación de caudales públicos. No es una llamada al transfuguismo, como nos quieren hacer ver desde el sanchismo, sino más bien una llamada a la vergüenza y a la dignidad y a que se separen del auténtico transfuguismo: el de todos aquellos que han abandonado los valores y las ideas. Pero me temo que, como en Sodoma y Gomorra, (allí se trataba de diez) no va a haber ni cuatro ni tres ni uno siquiera que dé un paso hacia adelante. Algo falla en nuestro sistema democrático porque, como hace mucho tiempo escribió Montesquieu, si los gobernantes son buenos, mejor que mejor, pero en cualquier caso hay que diseñar unas leyes y unos procedimientos que les impidan no serlo.

republica.com 31-8-2023



MELONI Y SÁNCHEZ, LOS EXTREM0S SE TOCAN

APUNTES POLÍTICOS, HACIENDA PÚBLICA Posted on Lun, agosto 28, 2023 12:23:36

Sánchez se habrá llevado un gran disgusto. Se ha pasado toda la campaña electoral asustando con la ultraderecha y la derecha extrema, demonizando a Vox y a todas las formaciones políticas similares de Europa. Y he aquí que Meloni -prima hermana de Abascal- le copia la medida estrella y estandarte de su progresismo, un impuesto extraordinario a la banca. La pérfida Albión (léase la ultraderecha) adopta la misma medida que “el gobierno más progresista de Europa”. Y ambos coinciden con Erdogan y el Gobierno de Hungría, país al que la Comisión Europea tiene en cuarentena y que fue pionero en crear un impuesto extraordinario a las entidades bancarias.

Y es que ni esta medida es de izquierdas ni este gobierno es progresista ni Meloni ni Abascal son tan diabólicos como Sánchez pretende hacernos creer. Los extremos se tocan, porque todos los populismos son iguales por mucho que porten caretas distintas, unos de izquierdas, otros de derechas. Ejecutan de una o de otra forma políticas parecidas. A pesar de mantener un discurso demagógico y  en apariencia a favor de las clases bajas y medias, sus medidas no buscan incrementar la igualdad real, sino las que tengan apariencia de tales. El resultado social importa poco, lo relevante es conseguir la adhesión de las masas. Todo ello suele ir unido a la precipitación en las medidas y a la ausencia de conocimientos económicos en aquellos que las adoptan, con lo que las actuaciones no solo son contraproducentes, también son chapuceras.

Chapucero fue sin duda el tributo extraordinario sobre la banca creado por el Gobierno español, ya que entre otras cosas, no se entiende muy bien por qué se discrimina por el tamaño de las entidades. Es aplicar un criterio que tiene sentido para las personas físicas, pero no para las jurídicas, que no por ser más grandes son más ricas. Chapuza es, que el gravamen se establezca no sobre los beneficios (ni extraordinarios ni ordinarios), sino sobre los intereses y comisiones de los créditos. El 4 de agosto del año pasado, desde este mismo diario digital en un artículo titulado “Un impuesto a los depósitos bancarios”, mostré claramente mi opinión sobre este tributo.

El que establece ahora el Gobierno de Italia no es más congruente, porque si bien es verdad que pretende hacer recaer el gravamen (con un tipo del 40%) sobre los beneficios extraordinarios, el problema aparece a la hora de cifrarlos. En este cometido se pierde en un laberinto, considerando tales a las ganancias de 2022 que sean superiores en un 3% a las de 2021, y a las de 2023 que se encuentren por encima del 6% de las de 2022. El carácter arbitrario de tales porcentajes se hizo patente rápidamente cuando el Gobierno, ante la reacción muy negativa de la bolsa, se vio en la obligación de modificar al alza esos porcentajes (al 5% y al 10%, respectivamente). No constituye ninguna novedad que el populismo tenga que rectificar, y si no que se lo digan a Sánchez con la ley del sí es sí.

Meloni justificó el gravamen porque: “No es impuesto sobre un margen legítimo, sino sobre un margen injusto”. Un discurso que nos resulta conocido. Como nos resulta conocido todo lo que describe Lorena Pacho en El País del día 18 de este mes acerca del abuso de legislar mediante decretos leyes, sobre todo si tienen el carácter de ómnibus, ya que dejan sin margen y sin capacidad de contestación a la oposición y a las cámaras. Pero noten ustedes que me estoy refiriendo a una información de El País. Es decir, que la descripción y la crítica no tienen por objeto a España ni al comportamiento del gobierno de Sánchez, sino a Italia y a Meloni. El escándalo en este país ha sido tan grande que, según cuentan, ha tenido que intervenir el presidente de la República advirtiendo al Gobierno y a las Cámaras del riesgo que esta forma de legislar comporta y que solo está permitida en casos extraordinarios y de urgencia. No obstante, leyendo el artículo parece que está hablando de nuestro país y de este Gobierno tan progresista. Solo que nosotros no tenemos presidente de la República que reprenda, sino un rey que no puede interferir en la forma de gobernar. A los sanchistas, que tan poco les gusta la monarquía, no saben la suerte que tienen.

Pero retornando al impuesto, en el imaginario populista la banca aparece como la representación de la explotación económica y de la perversidad social. Muy distinta debería ser la opinión en una verdadera ideología de izquierda o socialdemócrata. El progreso económico ha dependido tanto o más del desarrollo de la actividad financiera que de la revolución industrial. Se debe reconocer la gran importancia que las entidades bancarias tienen en una economía moderna. De ahí que no se las pueda ver como enemigos, tal como las quiere presentar el populismo para ganar votos, sino como un instrumento a controlar y utilizar. Solo se convierten en dañinas cuando el poder político las deja actuar a sus anchas o cuando se encama con ellas.

Un pensamiento auténticamente progresista, a la hora de tomar medidas redistributivas no se fija tanto en una entidad abstracta como la banca, sino que intenta profundizar en los intereses y agentes que se encuentran en el interior de esa cáscara: tomadores de créditos, depositantes, accionistas, ejecutivos…

A menudo, desde el populismo, bien sea de derechas o de izquierdas, se confunde a las entidades financieras con sus ejecutivos. Craso error, porque por muy alta que sea la participación de estos en el capital de un banco será siempre ínfima; y si es a ellos a los que se quiere gravar por el escándalo que producen sus altas retribuciones, el procedimiento no debe ser a través de un impuesto nuevo a las entidades, sino mediante una modificación del IRPF, incrementando sustancialmente el tipo marginal máximo. Esta medida tiene además la ventaja de ser más equitativa al recaer sobre todos los directivos según su renta, sea cual sea el sector en el que prestan su actividad, sin quedar reducida al bancario. Bien es verdad que la carga fiscal, al ser más general, sería más impopular, y eso no entra en los planes del populismo.

Tras las entidades financieras se encuentran también los accionistas, que son los auténticos dueños del banco. Pero conviene señalar desde el primer momento que el capital o patrimonio neto es una parte más bien reducida de todo el pasivo de la entidad. Por otra parte, la condición de accionista puede ser muy dispar. Existen pequeños, medianos y grandes, y si es a estos a los que se pretende incrementar el gravamen, no parece justo castigar a todos por igual, ni siquiera proporcionalmente, sino progresivamente; lo que nos remite a la tributación de las rentas de capital en el IRPF que, como mínimo, debería ser igual a la de los ingresos de trabajo y, en cualquier caso, someterlas a una escala de tipos más progresiva.

Este tratamiento, al igual que en el caso anterior, aportaría mayor equidad porque se aplicaría a todas las rentas de capital y no solo a los accionistas de los bancos. Es más, para ser coherente debería completarse con una reforma en profundidad del impuesto de patrimonio y del de sucesiones, tendente a evitar que los ingresos permaneciesen estancados en las sociedades sin tributar.

Antes de imponer un impuesto extraordinario a la banca, el Estado debería tener en cuenta la repercusión que va a tener sobre los clientes de las entidades financieras, ya sean del activo o del pasivo, es decir, tomadores de crédito o depositantes. Estos últimos están expuestos a las posibles crisis o quiebras que puedan sufrir las entidades. Ello conduce a que una de las tareas primeras de los poderes públicos en el sector bancario sea la de vigilar la solvencia de las entidades. En España tenemos demasiada experiencia de cómo en las tres últimas décadas las crisis bancarias han forzado a la intervención del Estado para salvar los intereses de los depositantes y en cierta medida para que no influyesen de forma muy perjudicial sobre la economía nacional. Estas actuaciones han comportado casi siempre enormes agujeros en el erario público.

Un impuesto extraordinario sobre la banca puede influir negativamente también tanto sobre los depositantes como sobre los demandantes de crédito. Por mucho que se diga lo contrario, las entidades pueden repercutir el gravamen a los clientes y todo indica que ello ocurre y va a seguir ocurriendo. El Gobierno español -de forma chapucera y lindando con la ignorancia o con la hipocresía- prometía que no se iba a trasladar el gravamen. La norma establecía fuertes sanciones a los incumplidores y encomendaba el control al Banco de España y a la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia, control que resulta totalmente imposible realizar. Las entidades tienen múltiples medios de burlar la vigilancia y trasladar la carga a los clientes. Existe una forma inmediata de hacerlo que ya señalaba en el artículo del año pasado anteriormente citado, consiste en no hacer nada en realidad. Basta con aplicar la subida de tipos de interés al activo y no trasladarlo al pasivo.

La gran economista Calviño abroncaba a los bancos españoles porque, a diferencia de los extranjeros, no incrementaban la retribución de los depósitos. Parece que no se le ha ocurrido pensar que es el impuesto de su Gobierno el causante de ello, gravamen que lógicamente no actúa sobre los bancos extranjeros.

Meloni ha justificado el tributo sobre la base de que, dada la concentración existente en el sector, se produce una ausencia de competencia y de que las entidades financieras están elevando los tipos de activo y no de pasivo. Tampoco está muy fina la primera ministra italiana. No parece tener en cuenta que precisamente por esa falta de concurrencia que denuncia las entidades financieras no tendrán ningún problema en repercutir el gravamen, con lo que se perjudicará a aquellos a los que la señora Meloni dice querer favorecer, a los clientes.

En España la chapuza se ha producido también en el procedimiento de tramitación, lo que ha ocasionado que la norma se haya recurrido ante los tribunales. Solo faltaría que la sentencia fuese contraria a la Administración y que después de que el impuesto haya recaído sobre los clientes, el Estado, es decir todos los españoles, tuviese que devolver el dinero a la banca. El culmen del progresismo. Bien es verdad que presidiendo Conde-Pumpido el Tribunal Constitucional no hay peligro de que ocurra esto último.

republica.com 24-8-2023



SIETE AÑOS DESPUÉS, EL ETERNO RETORNO

APUNTES POLÍTICOS, GOBIERNO, PSOE Posted on Lun, agosto 07, 2023 09:22:55

Los distintos medios y comentaristas, con carácter general, han comparado las elecciones de este 23 de julio con las de 2019, pero en realidad con las que habría que relacionarlas sería con las del 20 de diciembre de 2015. Eran las primeras a las que se presentaba Pedro Sánchez como secretario general del partido socialista. Como es sabido, la victoria fue del PP con 123 escaños, frente a los 90 que consiguió el PSOE.

Pero la máxima novedad de aquellas elecciones fue la participación en unas generales por primera vez de dos nuevos partidos: Podemos, con todas sus confluencias (Compromís, Podemos, En Común, Mareas, etc.), que obtenía 69 diputados y Ciudadanos, que logró 40. Se conoce de sobra la historia, de qué manera esos resultados, juntamente con el “no es no” de Sánchez, avocaban a la parálisis y a unas nuevas elecciones, como así ocurrió, perdiendo cinco diputados el PSOE, mientras el PP ganaba catorce.

Siete años después, celebrados estos extraños comicios, parece que nos encontramos en una situación similar, el día de la marmota.  De nuevo Sánchez no quiere saber nada del PP, que es el ganador de las elecciones, y rechaza cualquier acuerdo. Se incurre una vez más en el eterno retorno, pero, como siempre que se produce este modelo estructural, hay diferencias. Nunca se vuelve exactamente al punto de partida. Su representación sería no una circunferencia, sino quizás una espiral. Es igual, pero distinto. Tesis, antítesis, síntesis.

Las elecciones de 2023 nos retrotraen a las de 2015. Se ha creado un escenario gemelo, pero también han surgido factores discrepantes. Ha desaparecido Ciudadanos y sin embargo se ha incorporado VOX. Sumar ha usurpado el puesto a Podemos; y el hecho de que hayan sido las primeras elecciones generales celebradas en pleno verano y en un puente festivo para cuatro Comunidades Autónomas ha aportado a estos comicios condiciones especiales que han podido afectar a los resultados y muy posiblemente hayan sido la causa de los errores cometidos por los sondeos.

Pero la diferencia principal no se encuentra en todo lo anterior, sino en la previsible salida del impasse y en la postura adoptada por el PSOE y sus votantes frente a él. En 2015 la negativa radical de Sánchez al diálogo con el PP avocaba o bien a unas nuevas elecciones o bien a lo que Pérez Rubalcaba denominó como gobierno Frankenstein. Entonces esto último aparecía como algo irreal, impensable, insólito. Aunque muy posiblemente estuviese ya en la cabeza y en los deseos de Sánchez, no entraba dentro de lo admisible en la sociedad española ni tampoco en el partido socialista.

Hubo que esperar a 2018 para que, un poco a traición, con una moción de censura, se hiciese realidad. Antes fue necesario que se produjeran múltiples acontecimientos: celebrar nuevas elecciones en las que el PSOE perdió cinco diputados y el PP ganó catorce; un intento velado de Sánchez de constituir el gobierno Frankenstein, y su dimisión forzada de secretario general del partido; la investidura de Rajoy gracias a la abstención de la gestora que había sustituido a Sánchez, al no existir otro camino viable, ya que unas nuevas elecciones amenazaban al partido socialista con una pérdida mucho mayor de escaños; la reelección de Sánchez en unas segundas primarias como secretario general del PSOE, etcétera.

En 2018, Sánchez, con 85 diputados, se lanza a interponer una moción de censura contra Rajoy que le sirve para alcanzar el objetivo, tan acariciado desde 2015, de ocupar la presidencia del gobierno; aunque ciertamente de la única forma que le era posible, apoyándose en todos los partidos que por uno u otro motivo estaban contra la Constitución y pretendían romper el Estado. Incluso algunos de ellos se habían situado ya  al margen de la ley y sus líderes se hallaban presos o prófugos.

Es evidente que en el 2015 estos planteamientos no tenían sitio entre los votantes del PSOE, ni siquiera entre los militantes que después eligieron a Sánchez en las primarias. Ingenuo de mí, pensé que el partido socialista, al haber traspasado todas las líneas rojas, tendría un fuerte castigo electoral en las primeras elecciones a las que se presentase. No fue así, y en 2019 incrementó el número de diputados. Bien es verdad que a lo largo de la campaña Sánchez había prometido no pactar con ninguno de los partidos con los que después pactó y que eran los mismos que le habían apoyado en la moción de censura.

Tras la inverosímil investidura de Pedro Sánchez en el mes de enero de 2020, publiqué en la editorial “El viejo topo” un libro titulado “Una historia insolita. El gobierno Frankenstein”. Me preguntaba en la introducción cómo habíamos llegado a esa situación. ¿Cómo era posible que las mismas personas que habían dado un golpe de Estado en Cataluña decidiesen quién gobernaba en España? ¿Cómo podría ser que el partido socialista de Euskadi, cuyos militantes habían sido constantemente amenazados y más de uno asesinado por ETA compadreasen ahora con los sucesores de la banda terrorista? Así, añadía en aquella introducción, podríamos continuar relatando más y más situaciones inauditas de nuestra realidad social y política que jamás años atrás hubiésemos podido suponer que iban a producirse.

Pero pensaba que lo más grave con todo -y esa era la razón de escribir el libro- se encontraba en que, a base de permanencia, lo que sin duda era absurdo, anómalo e incluso impúdico, lo termináramos aceptando como normal. Mi temor se ha hecho realidad y ha aparecido de manera palmaria en estas elecciones de 2023. Sustancialmente, el escenario político se ha retrotraído a la misma situación de 2015. El PP ha ganado las elecciones y Sánchez se niega en redondo a todo diálogo con el ganador. “No es no”. Se da sin embargo tal como decimos, una enorme diferencia, que lo que entonces aparecía como anatema y Sánchez no se atrevía explicitar ahora aparece como normal y lógico y se da por supuesto que el PSOE pactará no solo con Esquerra y con Bildu, sino también con un prófugo, perseguido por la justicia como Puigdemont.

Durante estos cinco años los ciudadanos han visto cómo en España han mandado aquellos que estaban sentenciados por dar un golpe de Estado y por los que no condenaban los crímenes de ETA y tenían por objetivo liberar y homenajear como suyos a los asesinos de la banda terrorista. Para blanquearles, se les permitió a Esquerra y a Bildu presentar leyes en nombre del Gobierno. La sociedad ha podido constatar cómo se ha elaborado una ley de memoria democrática que, con la finalidad de dar gusto a los independentistas, arroja los años de la Transición acaecidos hasta 1983 al infierno de la dictadura.

Toda la sociedad ha tenido constancia de que Sánchez ha indultado a los condenados por atentar contra la Constitución, el Estatuto y la unidad nacional, a pesar de que siempre había negado que lo fuese hacer y, como si esto fuese poco, ha eliminado del Código Penal el delito de sedición y ha rebajado las penas por malversación y corrupción con el objetivo de exculpar a los aún no condenados.

Con la misma finalidad ha colonizado, con la complicidad de García Egea, el Tribunal de Cuentas. En este caso se pretende librar o rebajar la responsabilidad contable, y por lo tanto la obligación de devolver al fisco lo hurtado, ya sea por el procés,  por los ERE de Andalucía o por los desaguisados del Ministerio de Sanidad y de Illa en los suministros de la pandemia.

Y así podríamos seguir enumerando hechos en una serie interminable. Todos ellos se consideraban inimaginables e insólitos tiempo atrás, sin embargo, ahora son aceptados por muchos comentaristas, tertulianos y en general por los medios de comunicación como totalmente lógicos e incluso resultados de una saludable política, y una parte de la sociedad los ha sancionado con su voto el día 23 de julio.

En 2015, 2016 Sánchez no podía manifestar claramente sus deseos y cuando se intuyó lo que pretendía el Comité Federal forzó su dimisión. En esta ocasión, por el contrario, desde el primer momento se ha dado por seguro que se constituiría un nuevo gobierno Frankenstein y ni siquiera se ha desechado la idea cuando los datos han mostrado que se necesitaba el concurso de un huido de la justicia como Puigdemont. Lo que escandalizaba entonces a la nomenclatura del PSOE les llena ahora de gozo; solo había que ver a la ilustre ministra de Hacienda dando saltitos como una colegiala. Cabría suponer que le había tocado la lotería. Claro que, considerándolo bien, es posible que ella sí lo pensase. Es muy duro dejar el sillón de la calle Alcalá y volver de currita a Sevilla.

Diez días antes de la celebración de las elecciones, el 13 de julio, publiqué en estas páginas un artículo titulado “Que te vote Otegi”, y lo terminaba con estas palabras: “Tomar conciencia de que votar a Sánchez es votar a Otegi, a Rufián, a Puigdemont y a Oriol Junqueras. Demasiada gente…”. Parece ser que a una gran parte de los ciudadanos no les ha importado acostarse con todos ellos. Quizás haya primado más lo de panem et circenses. Si se quiere, puro aire, pero el personal se lo ha terminado creyendo, como ha acabado por aceptar la posible llegada de la derecha como la máxima amenaza y por tragarse lo del gobierno de progreso.

Pocas cosas serán más grotescas que contemplar a Andoni Ortuzar jactarse de que el PNV ha frenado a la derecha, porque es difícil encontrar partidos en España más conservadores que el Partido Nacionalista Vasco. Lo avalan las actas en el Congreso y la propia historia de la formación con un fundador racista, Sabino Arana, (al que rinden periódicamente homenaje) y un lema que dice así: “Dios y ley vieja”. En ideología racionaría solo puede competir con la antigua CiU de la que Junts per Cat es la sucesora. Por eso resulta también tremendamente irónico escuchar a Sánchez emplazar a Puigdemont a que elija entre la derecha y el gobierno de progreso. Más derecha que allí donde se encuentren Ortuzar, Puigdemont, Junqueras u Otegi es imposible. ¿Y cómo calificar de progreso a un gobierno que va a estar en manos de todos estos personajes? ¿Existe algo más reaccionario que partir del supremacismo y tener por finalidad incrementar la desigualdad, bien sea personal o territorial?

No se entienden demasiado muchos de los votos emitidos a favor de Sánchez entre los ciudadanos de Extremadura, Castilla-La Mancha, Andalucía, etc. Sin embargo, sí parecen más lógicos los de Cataluña o los del País Vasco.  En gran medida, la mejora en los resultados de Sánchez proviene de Cataluña. También fue Cataluña la encargada de dar el triunfo a Zapatero en 2008. En esta ocasión son dos las vías por las que se ha producido el ascenso del PSC. En primer lugar, porque la parte más trabucaire del independentismo había dado la consigna de no participar en las elecciones de España, lo que explica la fuerte abstención de Cataluña, por encima de la media nacional y que lógicamente favoreció a los partidos no independentistas. La segunda razón se encuentra en que es posible que muchos soberanistas considerasen que en el Estado el PSC garantizaba mejor los intereses del independentismo que las formaciones tenidas por tales.

La coexistencia de partidos nacionales con formaciones nacionalistas en la política española conduce a efectos claramente negativos y distorsionantes. Los votos de Andalucía, de Extremadura, de Castilla-La Mancha y de otras muchas Comunidades más, se utilizan para incrementar los privilegios de las regiones ricas. En realidad, eso es lo que ha ocurrido y va a suceder, que Sánchez esta poniendo las adhesiones de los ciudadanos de esas Comunidades al servicio de los intereses independentistas. Todo ello disfrazado con el señuelo de ese irreal gobierno de progreso.

En esa dinámica de normalizar lo que es escandaloso y monstruoso, desde el PSOE e incluso desde voces de comentaristas políticos que se tienen ideológicamente como de derechas culpan al PP de la situación creada. Le reprochan que esté solo en el escenario político, de que esté aislado. Parecería que lo lógico e inteligente sería negociar con los independentistas y ceder a sus chantajes. Algo falla en la estructura democrática de España cuando se afirma que la única forma de alcanzar el gobierno es pactar con golpistas, prófugos o filoterroristas.

republica.com  3-8- 2023



ZAPATERO, EL INFINITO Y EL CAMBIO CLIMÁTICO

APUNTES POLÍTICOS, PSOE Posted on Mié, agosto 02, 2023 08:59:32

Dicen que esta campaña electoral ha sido demasiado larga, que le han sobrado varios días o quizás una semana. Sera verdad, y por eso no constituye ninguna exageración afirmar que el último acto relevante fue la plática cosmológica de Zapatero en San Sebastián. Se nota que tiene querencia a los prototipos astrales. Ya lo señaló Leire Pajín calificando de «acontecimiento histórico planetario» la coincidencia de Barack Obama en la presidencia de EE. UU. con la de José Luis Rodríguez Zapatero en la Unión Europea.

El mitin en San Sebastián recibió de los medios de comunicación los epítetos más diversos: extraño, sorprendente, surrealista, delirante, tremendo, peculiar y algunos otros más. En realidad y pensándolo bien, el hecho no ha sido tan asombroso, tan solo que nos habíamos olvidado de cómo era Zapatero. Lo único chocante es que llegase a presidente del Gobierno. Todo sea por los atentados y por la guerra de Irak.

La soflama comenzó con una tautología, “el infinito es el infinito”, lo que dice mucho de la profundidad de su pensamiento. Continuó afirmando que “el universo probablemente es infinito, y que no cabe en nuestra cabeza imaginarnos cómo es”. Está bien la apostilla de “probablemente”, aunque puestos a glosar sería conveniente diferenciar entre espacial y temporal, porque, a pesar de los enormes avances realizados en los últimos años acerca del principio y el fin del universo, las oscuridades referentes a su infinitud o finitud son muchas. Parece ser que desde la óptica temporal hay que inclinarse por la segunda opción: tiene un comienzo, el Big Bang, y se supone que tendrá un término. Y, desde el punto de vista espacial, la infinitud se reduce a considerar el universo cerrado y por tanto a negar la posibilidad de que exista un final puesto que es continúo y se retorna al principio, una especie de circunferencia.

En fin, olvidemos lo del infinito y quedémonos con eso de que “no cabe en nuestra cabeza imaginarnos cómo es”. Hasta aquí, del discurso de Zapatero solo resulta insólito el contexto escogido para afirmar estas perogrulladas y el tono empleado, ya que parecía que se encontraba bajo los efectos de alguna sustancia. El desvarío en el contenido comienza más tarde, cuando incurre en múltiples contradicciones.

Afirma con rotundidad que pertenecemos a un planeta, la Tierra, y a una especie que es absolutamente excepcional. Lo cual es una gran osadía, si reconocemos la inmensidad del cosmos y que solo una pequeña parte de él está al alcance del conocimiento del hombre. ¿Cómo afirmar la singularidad del planeta Tierra cuando se estima que existen en el universo observable más de 2 billones (2 millones de millones) de galaxias, y en cada una de ellas (de las visibles) el número de estrellas se eleva por término medio a más de 100.000 millones Y a las estrellas hay que añadir nubes de gasplanetaspolvo cósmicomateria  y energía oscura.

Ante esa inmensa masa, casi en su totalidad desconocida ¿cómo podemos asegurar que “pertenecemos a un planeta y a una especie que es absolutamente excepcional, que no la hay en ningún sitio del universo»? ¿cómo se puede defender esa cursilada de que somos el único lugar dentro del “todo”, si es que podemos concebir el todo, donde se puede leer un libro y se puede amar”?

Da la sensación de que Zapatero está anclado en el siglo XVII, en el geocentrismo. Parece que desconoce la existencia de Copérnico, Galileo, Kepler… Participa de la petulancia de aquellos que creen que nuestro planeta y nuestra especie se encuentran en el centro del universo. Bien es verdad que el expresidente del gobierno cae pronto en contradicción, porque poco después afirma que cada uno de nosotros “somos algo infinitesimal, menos que infinitesimal, y que nuestra acción depredadora está poniendo en peligro a la Tierra”. Es decir, que según él lo excepcional es el planeta y no el hombre. Salvar la tierra, aunque el hombre perezca.

Y tantos rodeos para decirnos lo importante que es la ecología y lo mala que es la derecha, derechizada y desquiciada, que niega el calentamiento global.  Resulta difícil creer que por muy derechizado y desquiciado que se esté haya quien niegue el cambio climático o, mejor, los muchos cambios climáticos incluyendo el actual que ha sufrido nuestro planeta. Del mismo modo que resulta difícil no tomar conciencia de que la Tierra, al igual que todos los demás elementos cósmicos, se formo en el pasado y desaparecerá, antes o despué, en el futuro. Las estrellas, incluyendo a nuestro sol, se apagarán y podemos imaginar cuál será el destino de los planetas y demás elementos que circundan las constelaciones.

En concreto, la Tierra -según dicen- surgió junto con el sistema solar hace aproximadamente 4.500 millones de años, 9.000 millones de años, como mínimo, después del Big Bang, y obedece a la conjunción de una serie de variables. La modificación de cualquiera de ellas constituiría una catástrofe y ocasionaría la desaparición del planeta, por lo menos tal como lo conocemos. Por supuesto, la vida en la Tierra terminaría tan pronto como se apagase la estrella a la que estamos unidos, el sol.

A lo largo de la historia nuestro planeta ha sufrido toda clase de modificaciones climáticas. En buena parte todo se reduce a la alternancia de frío y calor. Se han producido siete eras glaciales y, a pesar de ello, en general el clima ha sido más cálido que el actual. Si hace 200.000 o 300.000 años apareció la especie humana fue porque comenzaron a darse unas condiciones climáticas adecuadas, lo que no había ocurrido con anterioridad.

Nos encontramos en la séptima era glacial y dentro de ella en una fase cálida que ha hecho saltar todas las alarmas. Todos los seres vivos interactuamos con el clima, lo sufrimos e influimos en sus cambios, pero hasta ahora la actuación de los humanos apenas había tenido importancia. Ha sido a partir de la Revolución Industrial y en los dos últimos siglos y medio -principalmente en las tres últimas décadas- cuando a través de los gases de efecto invernadero somos responsables de la subida de la temperatura a nivel global.

Tras los últimos informes del Panel Intergubernamental de Expertos (IPPC) creado por la ONU, pocas dudas caben de que hemos entrado en un nuevo ciclo climático de una intensidad jamás antes conocida por los seres humanos, aunque sí por el planeta, y de que en gran medida su aceleración proviene de la acción humana.

Todo esto parece innegable. En buena parte somos responsables de los efectos negativos y catastróficos que se produzcan, pero lo que no está nada claro es que podamos evitarlos, ni siquiera retrasarlos significativamente. Entiéndaseme bien, no afirmo que exista una imposibilidad metafísica, ni tampoco física, pero con casi total seguridad, sí social y política. La humanidad no está dispuesta a renunciar en serio a los grados de comodidad y confort conseguidos en los dos últimos siglos y de los que habría que prescindir para solucionar, o al menos retrasar, el problema.

Todo ello se ha hecho patente con la guerra de Ucrania. Ante las dificultades energéticas, los países afectados -incluida Alemania que ha aparecido siempre como el adalid del ecologismo- no han tenido inconveniente en dar marcha atrás, en retornar a la energía atómica y a las centrales de carbón.

Pero es que, además, la organización política y social mundial es plural y variada y no hay una decisión común, por mucho que hablemos de la ONU y se convoquen conferencias de París. Cada Estado actúa por su cuenta. En teoría, también sería posible que desapareciesen las guerras o se erradicase el hambre en el mundo y no parece que vayamos camino de ello.

De nada sirve que un país o un grupo de países tome medidas contra el calentamiento global si no es secundado en la misma proporción por el resto. De poco valen las actuaciones emprendidas por España o incluso por Europa, si China, Rusia, la India o EE. UU., etc., se sitúan en otra órbita, tanto más cuanto que las modificaciones de las pautas que estamos dispuestos a asumir se quedan al nivel de los signos externos y del espectáculo. Hasta cierto punto se entiende la argumentación que utilizan China o países similares cuando afirman que ellos están dispuestos a recortar, pero cuando hayan alcanzado el nivel de desarrollo de Europa o de EE. UU.

En realidad, existe una cierta hipocresía en el seudoprogresismo ecologista europeo, porque estamos dispuestos a recortar algo nuestro confort, “ma non troppo”. Pero algo, no demasiado. Y es que ese algo es totalmente insuficiente, tanto más si se adopta parcialmente, es decir, por una pequeña parte del planeta. Lo grave, además, es que todas estas medidas, aparte de estar muy lejos de solucionar el problema del calentamiento global, sí pueden tener efectos perniciosos para el crecimiento y la economía de determinados países y sobre todo de determinadas clases sociales.

Hay que ser muy progresista de salón como para no ser  consciente de que un sistema fiscal basado en la imposición verde -tal como plantea esa comisión de expertos, expertos en genialidades, constituida por la Ministra de Hacienda- se configura como radicalmente regresivo. Como fiscalmente regresivo resulta conceder una deducción en el impuesto sobre la renta a la compra de coches eléctricos, compras que por supuesto solo están al alcance de las clases altas.

Me he pronunciado siempre en contra de todos esos incentivos fiscales que suelen plantearse como instrumentos para estimular el ahorro cuando en realidad son tan solo medios para beneficiar a las rentas de capital. Su aplicación no incrementa el nivel de ahorro global; como mucho, variará el destino al que se dirige. Algo parecido ocurre con los beneficios tributarios concedidos por motivos ecológicos. De hecho, no sirven para modificar sustancialmente el consumo de determinados artículos, pero sí hacen más injustos y regresivos los sistemas fiscales.

El cobro de peajes en las autovías ha estado presente en esta campaña electoral. Aunque el Gobierno se haya empeñado en negarlo por todos los medios, lo cierto es que había propuesto esta medida a Europa como una de las contrapartidas del plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Se supone que tal medida tiene como finalidad, además de obtener recursos para el erario público, contribuir a reducir la emisión de gases de efecto invernadero. No parece que esto último se vaya a producir, al menos en la cuantía suficiente para tener algún impacto real en el cambio climático, pero lo que es seguro es que la hacienda pública recaudará una vez más sus ingresos acudiendo a procedimientos distintos de la imposición directa y progresiva. La subida del precio del alcohol o del tabaco (impuestos especiales en España, accisas en Europa) nunca sirvió para reducir el consumo.

El mal llamado progresismo ecologista emplea una máxima aparentemente muy simple, pero por eso mismo falaz: “Quien contamina paga”. Aplicarla a todas las inversiones y gastos del Estado sería la destrucción del Estado social y de la economía del bienestar, representaría pasar del sistema de financiación por impuestos al de precios. Preguntémonos qué ocurriría si lo aplicásemos a la sanidad, a la educación o a las pensiones.

Hay un ecologismo basado en la representación, en el postureo, en los símbolos. Ahí está la ministra de Transición Ecológica llegando en bicicleta a la primera reunión informal que los ministros de Energía de la Unión Europea celebraron en Valladolid. La seguían dos coches oficiales y descoyuntaron el tráfico de la ciudad. Seguro que estaba convencida de que estaba contribuyendo a salvar el planeta. Lo malo es que, además de ser teatrales, son dogmáticos y sectarios. Buena prueba de ello fue el mitin de Zapatero, colocando en el centro del universo como algo único la Tierra y el hombre. Más le valía haber recordado la frase de Carl Sagan: “Somos tan solo polvo de estrellas”.  Lo fuimos en el pasado y lo seremos en el futuro.

republica.com 27-7-2023



CAOS ELECTORAL

APUNTES POLÍTICOS, GOBIERNO Posted on Dom, junio 11, 2023 23:35:20

A propósito de los casos de fraude electoral ocurridos en los últimos días de campaña, Pedro Sánchez, en el cierre en Tarragona y junto al líder del PSC Salvador Illa, acusó al PP de embarrar las elecciones con la finalidad de desmovilizar al electorado. No quieren que vayamos a votar, exclamó enfáticamente. Esta afirmación deviene impúdica a tenor de la decisión tomada por el Presidente de disolver las Cortes y convocar elecciones el 23 de julio, en pleno verano y con cuatro Autonomías en medio de un puente. Ante ello sí que se puede sostener categóricamente que Sánchez no quiere que votemos.

No me creo el relato de que la decisión fue tomada improvisadamente en la noche de las elecciones, y mucho menos eso de que la adoptó en conciencia; esta no existe en “El Príncipe” de Maquiavelo, que por lo visto debe de ser el libro de cabecera de Sánchez. Sería minusvalorarlo no suponer que aquella noche tendría elaborados por lo menos tres escenarios posibles, a efectos de tomar uno u otro camino según fuese el resultado.

Hay que presumir también que la fecha estaba concienzudamente pensada. Obedece a la reacción propia de quien va perdiendo la partida y la única solución que vislumbra para evitarlo es dar una patada al tablero o romper la baraja. Convocar unas elecciones generales el 23 de julio es algo parecido.

En defensa de la decisión tomada, el sanchismo aduce que hay precedentes. Se cita el caso de Galicia y del País Vasco en julio de 2020. Nótese que en ambos casos ya se habían tenido que retrasar los comicios a causa de la pandemia y que por el mismo motivo estaban casi prohibidos los viajes, por supuesto al extranjero, pero también entre provincias o regiones. Además, el clima de ambas Comunidades no es en absoluto similar al de Andalucía o Extremadura. 

Se podría trazar la senda que ha recorrido Sánchez desde que con la ayuda de Susana Díaz y Pérez Rubalcaba salió del anonimato para ser el secretario general del partido. Desde entonces nada lo ha detenido, ha traspasado todas las líneas rojas, ha saltado sin el menor escrúpulo por encima de todas las instituciones. Hay quien con admiración habla del “manual de resistencia” y de los recursos que siempre tiene a mano. A mi entender, su única baza y ventaja es aceptar el principio de que todo está permitido. A lo largo de estos cinco años, ante cualquier escollo u obstáculo, no ha dudado en traspasar todas las barreras, burlar cualquier norma o manipular cualquier institución. La convocatoria de elecciones en pleno verano constituye el último órdago, por ahora a las reglas democráticas.

Muy posiblemente aún no nos hayamos dado cuenta de todas las repercusiones que puede tener celebrar los comicios en esa fecha. La consecuencia más inmediata va a ser una enorme abstención, con lo que siempre quedará la duda de hasta qué punto los resultados han sido verdaderamente representativos. Qué duda cabe de que, con carácter general, se va a complicar la participación para la mayoría de los ciudadanos. Simplemente la elevada temperatura que para algunas Comunidades resulta insufrible en la segunda mitad del mes de julio dificultará las votaciones.

Curiosamente en el Estatuto de Andalucía existe una prohibición expresa para que los comicios no se celebren en los meses de julio y agosto. Como es lógico, este precepto no rige para las elecciones generales, pero sí es sintomático de lo que puede representar para esa Comunidad, y alguna otra parecida, situar los comicios en dicha fecha. Quizá nos podríamos preguntar qué hubiese pasado si esta disposición hubiese estado en los Estatutos de Cataluña o del País Vasco.

Los problemas para votar se incrementan en cuatro Comunidades Autónomas: Castilla-La Mancha, Galicia, País Vasco y Navarra, en las que el 25 de julio es fiesta y por lo tanto los trabajadores tienen la oportunidad de disfrutar de puente. Y lo mismo cabe decir de todas aquellas otras personas (según dicen, más de cuatro millones) que tienen planificadas las vacaciones para esas fechas. Ciertamente en muchos casos podrán utilizar el voto por correo, pero se dificultará bastante su participación. Los inconvenientes serán aún mayores cuando los viajes sean al extranjero ya que, además de los otros trámites, tendrán que inscribirse como residentes temporales (ERTA) en el consulado más cercano.

A pesar de todos los obstáculos, los más cafeteros se esforzarán para ejercer el voto, pero sin duda habrá también muchos que, teniendo una postura más fría respecto a la política, ante el incremento de las dificultades, opten por la abstención. Pero es que incluso al margen de la voluntad personal, a bastantes de los ciudadanos les será casi imposible votar. En primer lugar, aquellos que se encuentren de vacaciones en lugares del extranjero en los que haya dificultad para encontrar un consulado. En segundo lugar, los que, bien dentro o fuera de España, hayan planificado un viaje itinerante, es decir, recorriendo diferentes lugares.

Y en tercer lugar los que tengan que votar por correo, pero que puedan encontrarse en dos domicilios diferentes durante el periodo de entrega de la documentación. Este está establecido entre el 3 y el 17 de julio, sin que se pueda conocer el día exacto de la visita del cartero. Es posible que muchos votantes se encuentren en la primera parte de ese periodo en su domicilio habitual, por no haber emprendido aún el viaje de vacaciones, y a partir de ahí estén en el lugar de veraneo. No podrán, por ello, determinar a dónde se les debe entregar la documentación, con lo que puede llegar al lugar equivocado, y no tengan  en consecuencia posibilidad de votar.

Resulta fácil concluir que la participación se reducirá sustancialmente. Con todo, tal vez se produzca un efecto aún más pernicioso. Una situación caótica puede rodear toda la campaña electoral. La intendencia y estructura para administrar el voto por correo está dimensionada para un porcentaje más bien reducido de votantes que son los que en condiciones normales eligen este sistema. En esta ocasión este porcentaje puede ser diez o veinte veces mayor. Prueba de ello han sido las colas que se han formado en los primeros días en las estafetas de correo. ¿Cómo se va a gestionar todo ello?

No es ningún secreto la incompetencia mostrada por este Gobierno para la gestión. La mayoría de las medidas que ha ido tomando se han aprobado sin ninguna previsión de los problemas que se iban a producir en su aplicación práctica. El resultado terminaba siendo muy distinto del que se había fijado. Tal vez el caso más llamativo haya sido el del ingreso mínimo vital por la importancia que tiene, pero el mismo fenómeno se ha producido respecto a otras muchas normas, tal vez de menor relevancia.

Siendo esa su trayectoria, difícilmente se podría pedir al presidente del Gobierno que tuviese en cuenta los conflictos que pueden producirse en unas elecciones convocadas para el 23 de julio y con el consecuente incremento exponencial del voto por correo. ¿Esta la administración de Correos preparada para ello?, ¿cuánto personal adicional va a necesitar?, ¿va a encontrarlo en tan corto espacio de tiempo y con la preparación necesaria? ¿Están adaptados los colegios electorales de toda España para votar en pleno mes de julio? ¿Y la movilidad?, ¿se encontrarán dispuestos los servicios de RENFE y el resto de compañías de transporte de viajeros para dar respuesta a la demanda de los que quieran acudir a votar desde su lugar de vacaciones?, ¿qué caravanas se pueden formar en las carreteras con aquellos que pretendan desplazarse en automóvil particular por la misma finalidad?

Es muy posible que Sánchez no se haya hecho estas preguntas, o tal vez sí y sea esa situación caótica la que se va buscando. Muy posiblemente su razonamiento haya partido de la creencia de que, a la vista de los resultados obtenidos en mayo, le sería imposible ganar en unas elecciones generales convocadas en condiciones normales, de ahí que haya optado por la celebración de unos comicios en un escenario estrambótico, de manera que el caos creado genere todo tipo de incertidumbres, haciendo imprevisibles los resultados. Con lo que Sánchez cree tener alguna posibilidad de triunfo. El presidente del Gobierno debe de pensar que, a río revuelto, él puede tener esperanzas de pescar.

La contrapartida de todo ello es la fisura que una vez más se abre en el sistema democrático, la burla y la manipulación de las instituciones. Con ello se incrementa la desconfianza de los ciudadanos y siempre quedará la duda de hasta qué punto estas elecciones van a ser representativas. No puede resultar extraño que aparezca la suspicacia entre la población cuando el propio Sánchez ante los grupos parlamentarios del PSOE del Congreso y del Senado no tuvo empacho en afirmar que le acusarán de pucherazo y que pedirán su detención como responsable.

Supongo que ante estas palabras todos nos habremos quedado un poco estupefactos. Se nos viene a la memoria esa alocución latina de “Excusatio non petita, accusatio manifesta”. ¿De qué tiene miedo Sánchez? ¿Qué guarda en el armario? ¿Qué contenía el teléfono jaqueado? ¿Cómo se explica lo de Marruecos? ¿Qué teme que se descubra cuando deje de estar en el gobierno? Algún día lo sabremos.

republica.com 8-6-2023