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ARTICULOS DEL 17/3/2023 AL 9/1/2024 CONTRAPUNTO

EL DISCURSO GOLPISTA DE SÁNCHEZ

CATALUÑA, PODEMOS, SANCHISMO Posted on Dom, octubre 01, 2023 22:33:45

Dicen que los que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma opinión. Será por eso por lo que Sánchez al llegar a la Moncloa lo primero que hizo fue alardear de que iba a cambiar el colchón. Tal vez quería hacer ostentación de que él no tenía nada que ver con Rajoy, ni con la derecha. Pero lo cierto es que, sin embargo, a lo largo de todos estos años no le ha importado encamarse con los independentistas -más bien ya golpistas. Y el refrán parece que funciona, porque él y sus acólitos han ido poco a poco asimilando el discurso de aquellos, hasta el punto de que apenas se encuentra ya diferencia entre ellos.

Casi todos los comentaristas afirman que el resultado de las últimas elecciones indica que en la ciudadanía de Cataluña se ha reducido la proporción de soberanistas. Discrepo. Lo que ha ocurrido es que un número importante de independentistas reconoce a Sánchez como uno de los suyos y, teniendo en cuenta que se trataba de elecciones generales, pensaron que votarle a él era más práctico que hacerlo a otras formaciones independentistas.

El otro día en la ONU, en Nueva York -los anuncios importantes siempre los hace en el extranjero- Sánchez afirmó que, tal como había pensado siempre: “La crisis política de Cataluña nunca debió derivar en una acción judicial”. Dejemos al margen lo de “siempre” porque es bien sabido que Sánchez no es que tenga doble, sino múltiples personalidades, en función de cuáles sean sus intereses en cada momento. Fijémonos, sin embargo, en la frase en sí misma, que constituye una enmienda a la totalidad de la democracia. Él y sus adláteres ya habían repetido antes una expresión parecida, aunque con un matiz distinto: “Hay que desjudicializar la política”. Esta última frase indica un proyecto para el futuro. La manifestada en la ONU implica algo más, es una condena de todo el pasado. Aunque, en cualquier caso, de alguna forma el sentido de ambas es el mismo: declarar que ni la ley ni el derecho pintan nada en la política, y la justicia menos.

Habrá que preguntarse qué se pensaría de alguien que defendiese que no hay que judicializar el sistema fiscal y por lo tanto que a los defraudadores no se les deberían aplicar la ley y las sanciones, sino que la Agencia Tributaria tendría que dedicarse a parlamentar y platicar con ellos. Crear una mesa de diálogo.

Y ahora que los sindicatos están tan identificados con el Gobierno y defendieron los indultos de los golpistas, me pregunto cómo se pondrían si a alguien se le ocurriese afirmar que no hay que judicializar la actividad laboral y reclamase que se eliminara la jurisdicción de trabajo y el derecho laboral para reducir todo al diálogo y a la negociación.

Y, por último, sería interesante ver la reacción del Gobierno y sus  correligionarias feministas si alguien se atreviese a plantear que hay que desjudicializar las relaciones de pareja y la violencia de género para reducirlas a un problema doméstico y que, dado que los métodos penales y de represión no funcionan, habría que sustituirlos por la concordia y el diálogo. Nada de aconsejar a las mujeres que denuncien al agresor, sino todo lo contrario, que se sienten a negociar con él.

Pedro Sánchez afirmó también que, siendo líder de la oposición, cuando el fiscal general José Manuel Maza, ya fallecido, abrió la puerta a todas estas causas judiciales a través de la Audiencia Nacional, trasladó su malestar al señor Rajoy. No merece la pena detenerse en la verdad o la falsedad de este hecho. La hemeroteca lo contradice en múltiples ocasiones, ya que en el pasado son muy variadas sus declaraciones públicas que van en dirección contraria. No obstante, esta manifestación es perfectamente indicativa del concepto que Pedro Sánchez tiene de la justicia. En su fantasía la protesta la dirige al presidente del Gobierno de entonces suponiendo que tanto la Audiencia Nacional como la Fiscalía están a sus órdenes. ¿De quién depende la Fiscalía? Pues eso…

Después de las afirmaciones del presidente del Gobierno no nos puede extrañar que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) haya accedido a estudiar los recursos de los nueve condenados a penas de prisión en el juicio del procés. Ni puede sorprendernos que sea precisamente ahora. Será toda la justicia europea la que debe de estar hecha un lío. Si es el mismo presidente del Gobierno el que dice que el proceso judicial no procedía, ¿qué van a decir los tribunales extranjeros?

No puede por menos que causar hilaridad recordar ahora las palabras de Borrell, cuando era ministro de Exteriores de Pedro Sánchez, quejándose de que los gobiernos de Rajoy no habían sabido combatir adecuadamente el discurso de los golpistas en el extranjero, y comprometiéndose a que los gobiernos de Sánchez se dedicarían con ahínco a esta tarea. Borrell, al margen de cuáles fuesen sus intenciones, tendría que haber inferido que un gobierno que debía el poder a los golpistas sería incapaz de refutar sus prédicas. Después de estos años, se puede comprobar que no solo es que no las haya rebatido, sino que ha terminado asumiendo su mismo discurso.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) se ha dirigido al Gobierno español para que conteste las alegaciones de los demandantes antes del 14 de enero próximo. ¡Oh, paradoja!, en realidad la solicitud se dirige a los propios demandantes. Porque en esas fechas, e incluso ya ahora, serán Puigdemont y Oriol Junqueras los que estarán detrás del Ejecutivo, y por lo tanto responderán las preguntas.

Hasta ahora el TEDH ha rechazado todos los recursos del procés. Después de la postura de Sánchez y de la de una vicepresidenta del Gobierno yendo a Bruselas a rendir pleitesía a un prófugo no parece  probable que en el futuro haga lo mismo.

republica.com 28-9-2023



HAY QUE BUSCAR UN ENCAJE PARA CATALUÑA ¿OTRA VEZ?

CATALUÑA, GOBIERNO, PSOE, SANCHISMO Posted on Sáb, septiembre 16, 2023 11:16:11

En esa especie de locura en la que se mueve hoy la política española, Feijóo, después del mitin de Puigdemont en Bruselas, ha propuesto un pacto para el encaje territorial de Cataluña. Lo de “virtus in medio” pierde al presidente del PP. Hay temas en los que el medio no es posible. Llevo más de 45 años oyendo que hay que buscar un encaje para Cataluña. Uno de los principios que informaron la Constitución de 1978 fue el de encajar no solo a Cataluña, sino también a todos los nacionalistas en España.

El tema, sin duda, viene de lejos. Una vez más, hay que recordar la intervención de Ortega y Gasset en el Congreso de los Diputados en el debate sobre el Estatuto de Cataluña. Entresaco un párrafo de un texto mucho más amplio que transcribí en el artículo publicado en este mismo diario el 27 de febrero de 2020, titulado “Ortega y Gasset y la mesa de diálogo de Sánchez”:

“…Se nos ha dicho: «Hay que resolver el problema catalán y hay que resolverlo de una vez para siempre, de raíz. La República fracasaría si no lograse resolver este conflicto que la monarquía no acertó a solventar… ¿Qué es eso de proponernos conminativamente que resolvamos de una vez para siempre y de raíz un problema, sin parar en las mientes de si ese problema, él por sí mismo, es soluble, soluble en esa forma radical y fulminante?… Yo sostengo que el problema catalán, como todos los parejos a él, que han existido y existen en otras naciones, es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar, y al decir esto, conste que significo con ello, no sólo que los demás españoles tenemos que conllevarnos con los catalanes, sino que los catalanes también tienen que conllevarse con los demás españoles…”.

El problema es que, como también afirma Ortega, el nacionalismo particularista (es su nomenclatura) nunca ha querido conllevarse, sino que ambiciona separarse políticamente del resto de los españoles.

A lo largo de estos años, la Constitución de 1978 se ha estirado como si fuera un chicle para proporcionar más y más encaje a los independentistas, hasta el extremo de que desde hace tiempo estas minorías tienen más derechos que la propia mayoría. A pesar de todo ello, los nacionalistas no se han sentido nunca a gusto y han pedido siempre más y más. Pero ha sido con Sánchez -y sus ambiciones- cuando las cesiones han dado un salto cualitativo, pactando en 2018 con aquellos que acababan de dar un golpe de Estado, y quedando el gobierno de España en cierta forma a su albur.

Tras las elecciones del 23-J y la entrada en escena de Puigdemont, las exigencias se han elevado al máximo y se demuestra una vez más que los independentistas no quieren ningún encaje. Después de la elección de la mesa del Congreso, todas las voces del PSOE -incluyendo los tertulianos afectos-, siguiendo la consigna, se lanzaron a pregonar la idea de que se había pagado un precio muy reducido. Disiento. Lo primero que hay que cuestionar es por qué la totalidad de españoles deben pagar un precio a una minoría independentista tan solo para que la señora Armengol sea la presidenta del Congreso, como primer paso para que lo sea Sánchez del Gobierno de España. Uno tendería a pensar que la constitución de la mesa es un problema de mayorías y pactos dentro de las distintas ideologías y no un mercado turco de favores.

La segunda cuestión es que el precio no tiene nada de barato. El tema de la amnistía ha desplazado de la tribuna pública todo lo anterior, pero las concesiones realizadas para algo tan simple como elegir los miembros que deben dirigir la Cámara han sido cuantiosas y de alto coste. Comenzando por la designación de la propia presidenta de la mesa, desalojando a Batet para poner en su lugar a Armengol, a fin de dar gusto a los separatistas. No es que precisamente Batet fuese sospechosa de probidad o de falta de disciplina. Pertenece al PSC y en sus tiempos defendió ardorosamente el derecho a decidir. Eso ya nos puede dar una idea de por dónde se mueve la actual presidenta, cuando los soberanistas la prefieren, aunque ciertamente nos debería bastar su trayectoria en el gobierno balear. El diario El País -siempre predispuesto a blanquear los actos de Sánchez- defendió que su nombramiento era un guiño a la España periférica. ¿Quizás a Extremadura, Andalucía, Murcia, Galicia, a Cantabria, a Asturias? No creo. ¿A Baleares que la acaba de echar? Imposible. Solo al País Vasco y a Cataluña. Sus primeros actos como presidenta de las Cortes indican de manera bastante fehaciente cuál va a ser su trayectoria: dogmática y sectaria.

Pero es que, además, el lote exigido por los independentistas ha ido mucho más lejos. Las cesiones han sido múltiples, pero todas van dirigidas al mismo objetivo: a situarse en mejor posición de cara a una nueva declaración unilateral de independencia. En esa línea consideran esencial que el Gobierno español los reconozca como nación frente a Europa. De ahí la importancia que dan al uso de las lenguas cooficiales.

Uno de los problemas que tiene el nacionalismo surgido en el siglo XIX es que, en los tiempos actuales, resulta difícil -en muchos casos imposible- determinar el contorno de la teórica nación. ¿Dónde empieza y dónde acaba?, ¿qué es lo que los distingue de los demás?: los famosos hechos diferenciales. Acudir a la entidad étnica (y al RH) está muy mal visto después de la Segunda Guerra Mundial, de manera que los distintos nacionalismos no tuvieron más remedio que refugiarse en la entidad cultural. Pero hoy en día, tras la globalización, la integración financiera y comercial, la movilidad de las personas y los negocios resulta muy difícil mantener la ligazón con el terruño y encontrar la llamada identidad cultural. Las distintas cavilaciones y las teóricas naciones se difuminan y solo permanecen las entidades políticas y jurídicas, es decir, los Estados.

¿Quiénes son los catalanes?, ¿los que ahora habitan en la Comunidad Autónoma, aunque acaben de llegar, o todos los nacidos en Cataluña vivan donde vivan? ¿Por qué van a poder votar los catalanes residentes en Costa Rica y no los residentes en Madrid? ¿Quién es el sujeto de ese derecho a decidir que se invoca? ¿Cuál es criterio a seguir? ¿Los nacidos en la Comunidad Autónoma de Cataluña, definida curiosamente de acuerdo con la Constitución del 78, formada por cuatro provincias, con los límites que estableció el ordenamiento jurídico en 1833?, ¿o más bien los residentes en ella, sean oriundos de donde sean? ¿Y por qué no escoger a todos los países catalanes o al antiguo Reino de Aragón, con lo que seguramente el resultado sería muy distinto?, ¿o cada provincia tomada individualmente? ¿Qué ocurriría si la mayoría en Barcelona y Tarragona se pronunciase en contra de la escisión, aunque la mayoría de la Comunidad se mostrase a favor?, ¿se independizarían tan solo Lérida y Gerona? ¿Y qué sería de los municipios que se pronunciasen en contra de lo decidido por sus correspondientes provincias?…

Al nacionalismo solo le queda como elemento identitario el lenguaje. Es por eso por lo que le concede tanta importancia, por lo que lo convierte en un concepto casi ontológico. Lo asimila con el espíritu del pueblo. De ahí que pretenda que el catalán sea hegemónico en Cataluña y, en consecuencia, su lucha en contra del castellano; de ahí que planteen como un acto de reafirmación que el Gobierno español reclame el catalán como idioma oficial en Europa; de ahí que exijan también la autorización para poder utilizar, casi como un acto de desafío y de forma inmediata, las lenguas cooficiales en el Congreso.

El último recurso identitario que les queda a los nacionalistas es la lengua. Esta deja de ser para ellos un simple instrumento de comunicación y, como tal, con una finalidad práctica y subordinada a conseguir el fin para el que ha nacido que es entrar en relación con los otros  seres humanos. Desde esta ultima perspectiva, el uso de distintos idiomas en el Parlamento va a suponer un atraso.

Es de sobra conocido ese pasaje de la Biblia (Génesis 11; 1-9) que narra la construcción de la torre de Babel y cómo Yahvé, ofendido por la osadía de los que querían llegar hasta el cielo, se dijo a sí mismo: “Hablan un solo idioma, podrán lograr todo lo que se propongan, mejor será que confundamos su lengua, y hagamos que tengan que explicarse en distintos idiomas, de manera que no se entiendan entre sí”.  En el relato bíblico -y se supone que las diferentes civilizaciones antiguas eran del mismo criterio-, las distintas lenguas, lejos de ser un lujo, una riqueza,  un avance, son un impedimento.

Dado que según el artículo tercero de la Constitución, los españoles tenemos el derecho y el deber de conocer el castellano como lengua oficial del Estado. La introducción de las lenguas cooficiales en el Congreso no va a ayudar precisamente a la comunicación entre los parlamentarios, y menos aún entre estos y la gran mayoría de los epañoles. Cualquiera que haya usado la traducción simultánea sabe que por muy buenos que sean los traductores, cosa que no es frecuente, su uso se convierte en un auténtico incordio, la comprensión se hace mucho más difícil y se pierden cantidad de matices.

Todo aquel que considere que lo que está diciendo es importante y que pretenda que su mensaje se escuche, sea nacionalista o no, terminará hablando en español. Pasado el furor del momento y el acto de reivindicación que los soberanistas suponen que representa intuyo las lenguas cooficiales se van a usar muy poco. La hacienda pública española se va a gastar un montón de dinero sin ninguna utilidad, excepto para Sánchez y sus ansias de permanecer en la Moncloa. Para vergüenza de los señores diputados (y como testimonio de la poca utilidad de las sesiones parlamentarias cuando se impone la apisonadora de una mayoría absoluta forjada en los pasillos), a menudo el hemiciclo se queda casi vacío. ¿Podemos imaginarnos lo que ocurrirá si se mantiene el uso de las lenguas cooficiales en el Congreso? Lo más seguro es que, pasado el fervorín de los primeros momentos y excepto algún hooligan, todo el mundo antes o después termine empleando el castellano.

Ahora bien, las cesiones realizadas para la constitución de la cámara van más allá. Se dirigen también a que el Estado (Gobierno y Congreso) reconozcan que Cataluña ha sido y es una región oprimida y que ha soportado de España toda clase de oprobios y persecuciones. Eso es lo que se pretende con la creación en el Congreso de dos comisiones de investigación orientadas una a investigar la posible ilegalidad de haber espiado a los independentistas mediante el programa Pegasus, y la otra a esclarecer la supuesta complicidad de los servicios secretos españoles en los atentados de las Ramblas de Barcelona. De ambas quizás hablemos otro día, pero digamos al menos ahora que su simple constitución es un acto incomprensible de humillación por parte del Estado.  

republica.com 14-9-2023



YOLANDA Y EL PROFUGO

CATALUÑA, PODEMOS, SANCHISMO Posted on Dom, septiembre 10, 2023 19:32:14

En política no vale todo y una etiqueta de izquierdas o de comunista (¿dónde estarán ahora los comunistas?) no puede tapar ni mucho menos justificar la deshonestidad. Viene esto a cuenta de dos noticias que hacen referencia a la líder de Sumar y vicepresidenta segunda del Gobierno. La primera se encuentra en que se ha negado a entrevistarse con Feijóo. Está en su derecho, aun cuando haya sido el ganador de las elecciones y le hayan votado ocho millones largos de españoles. En la presente tesitura para los miembros del Gobierno Frankenstein parece que si no son catalanes no cuentan, incluso aunque sean gallegos como Yolanda, y no todos los catalanes puesto que el PP ha obtenido en Cataluña más votos que Puigdemont, pero estos son de segunda clase, no son independentistas. También está en su derecho de mandar en su lugar a la portavoz de su formación, persona “brillante” y “muy conocida”. Aunque es posible que algunos vean en este último gesto cierta -por no decir mucha- arrogancia.

La otra noticia que también afecta a la señora vicepresidenta segunda del Gobierno es que se ha desplazado a Bélgica a entrevistarse con Puigdemont. Es el contraste entre ambas noticias el que genera bochorno e indignación. No creo que la líder de Sumar se atreva a justificar la diferencia aduciendo que Feijóo es el presidente de un partido de derechas, porque la historia política desde la Transición ha dejado bien a las claras que son CiU  -del que Junts per Catalunya es heredero- y el PNV (Dios y ley vieja) los dos partidos más conservadores del arco parlamentario, no solo porque han defendido siempre la desigualdad territorial, sino también porque se han situado invariablemente al lado de los intereses de las clases altas.

Con Feijóo se puede tener discrepancias políticas. Yo las tengo, y muchas, principalmente en materia fiscal. Claro que desde finales de los ochenta también las mantengo con los gobiernos socialistas, que en esta materia no han hecho una política muy distinta de la del PP. Con el Gobierno Frankenstein seguramente también las tendría si lograse saber cuál es la política que pretenden seguir. En cualquier caso, lo que no se puede decir de Feijóo es que sea un delincuente ni un huido de la justicia. A pesar de haber tenido cuatro mayorías absolutas en Galicia, no ha pretendido nunca valerse de ellas para rebelarse contra el Estado español, ni ha defraudado al erario público miles de millones de euros.

Puigdemont es un chisgarabís, que llegó de rebote a la presidencia de la Generalitat, que convocó un referéndum ilegal y que, después de proclamar por miedo a ser tenido por botifler la república catalana, se escapó en el maletero de un coche para no comparecer ante la justicia dejando a sus compañeros a los pies de los caballos. Causa sonrojo y estupor contemplar a toda una vicepresidenta del Gobierno español acudir a Bruselas a prestarle homenaje, precisamente el día previo al que va a comparecer en público a imponer sus condiciones. Aun cuando ella lo ha desmentido, es difícil no sospechar que detrás de este viaje no se encuentre (tras los muchos arrumacos que se prodigaron durante la campaña electoral) el presidente del Gobierno, que no se atrevió a dar un desplante al líder del partido que había ganado las elecciones y que tampoco se atreve ahora a ir a Belgica. Para ambos menesteres tiene a Yolanda Díaz, que ha demostrado sobradamente sus dotes para el papel de escudero.

La situación en los momentos actuales es tan escandalosa que ha merecido un editorial del Washington Post afirmando que «España es rehén de una facción de extremistas regionales disidentes» que, a pesar de su escasa representación, se van hacer con la gobernabilidad del Estado. Muestra además su preocupación por la intervención de Rusia, ya que Puigdemont pidió ayuda al gobierno de Putin para romper los lazos con España.

No es la primera vez que desde el extranjero contemplan con prevención la deriva populista que está experimentando nuestro sistema político, hasta el punto de preguntarse si España no es un Estado fallido.  Por citar algunos casos, en octubre de 2020 el francés Benoît Pellistrandi, miembro de la Real Academia de la Historia, subía a la web del centro de estudios Telos un artículo titulado “¿España fracasada?”. A su vez, el diario suizo Neue Zurcher Zeitung publicó una tribuna de Friedrich Leopold Sell, catedrático de Economía en la Universidad Bundeswehr de Munich, con el siguiente título: “¿Es España un Estado fallido y cómo deberá tratar la UE a este miembro?”.

El economista alemán ponía en el punto de mira al Gobierno secesionista catalán, que se encuentra en rebeldía permanente frente al Estado español, siendo ello posible por la pasividad, si no complicidad, del Gobierno de Pedro Sánchez, que precisa de los independentistas para mantenerse en el poder. A su vez, Pellistrandi señalaba también a los separatistas catalanes y los consideraba la clave fundamental de la estabilidad parlamentaria del Gobierno central. Incluso, el profesor francés apuntaba la victoria simbólica que obtuvieron vetando la presencia del Rey en Barcelona.

La visita de Yolanda Díaz a Bruselas no puede por menos que  causar sofoco y vergüenza. Solo semejante a la indignidad protagonizada por el otrora su jefe político y mentor- mal que le pese- Pablo Iglesias, cuando comparó una de las escenas más sombrías de nuestra historia, la triste hégira que tuvieron que emprender casi medio millón de españoles tras la Guerra Civil con un vodevil que causa sonrojo y risa, la fuga de Puigdemont escondido en el maletero de un coche, después de habernos obsequiado con un auténtico sainete de “síes” y “noes” hasta terminar declarando una república independiente, vergonzante. La diferencia es tan notable que resulta difícil explicar cómo alguien en su sano juicio podía plantearla, a no ser que hubiera sucumbido al sectarismo independentista.

El antagonismo más radical se encuentra en que los exiliados republicanos habían sido objeto de un golpe de Estado y huían de una dictadura militar, mientras que ha sido el propio Puigdemont el que ha dado el golpe y se fugo de la justicia de una sociedad democrática, con sus defectos, sin duda, pero equiparable a la de los principales países europeos, por lo menos si no se destruye o adultera por el populismo y el secesionismo. La disparidad es esencial. Entre víctimas y delincuentes. Víctimas de un régimen sanguinario y delincuentes en una sociedad tan garantista que no consiente juzgarles en rebeldía y les permite presentarse como candidatos a todas las elecciones, y en una Europa tan llena de contradicciones que les reconoce, por lo menos hasta ahora, como eurodiputados.

En algún artículo he afirmado que quizás quien más se parezca a Sánchez sea Yolanda Díaz. Da la sensación de que está dispuesta a todo por mantenerse en el poder. Parece que es a ella a quien le interesa más que no haya repetición electoral. Su inestable coalición podría peligrar. París bien vale una misa. La líder de Sumar piensa tragarse todas las misas necesarias, incluso funerales, porque de entierro se trata lo que hizo con Podemos. Se tenga la opinión que se tenga de esta formación política, es difícil no experimentar repugnancia ante la conducta seguida respecto a ella por la hasta ahora vicepresidenta segunda del Gobierno. En fin, tampoco son tan raros en política este tipo de comportamientos. Ya los describió hace varios siglos Maquiavelo en su Príncipe. Solo hay que pedirle que por favor no hable después de progreso, ni de izquierdas ni de política social. Hablemos de poder, solo de poder y de sillones.

republica.com 7-9-2023



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